lunes, 26 de junio de 2017

Antígona

Leyendo Antígona con los alumnos, me pasan dos cosas maravillosas: me elevo en alas de lo sublime y, a la vez, me lo paso en grande, porque no hay frase de la obra que deje indiferente a nadie o no suscite controversia o no sugiera mil ejemplos, lo cual es una gozada para un profesor como yo que disfruta ilustrando con ejemplos prácticos los principios generales.

Todos los personajes tienen su parte de razón y, precisamente en llevarla hasta sus últimas consecuencias caiga quien caiga consiste su sinrazón. Eso sí, de todas las razones y sinrazones, las de Antígona son las que suscitan todas mis simpatías.

Creonte utiliza con ella la falacia ex populo, consistente en dar por falsa una opinión porque nadie la comparte. Y Antígona, en vez de rebatirla afirmando que una mayoría se puede equivocar frente a un solo hombre, prefiere afirmar que la mayoría lo ve como ella, pero que calla por miedo y así la vuelve contra él y la convierte en fundamento de la democracia.

En medio de discusiones sobre la justicia y la ley, los hombres y los dioses, la tiranía y la democracia, el placer y el deber, el hombre y la mujer, etc. resuenan como un chorro de sangre esas palabras dolidas de Antígona a las puertas de la muerte, las únicas que nos permiten adivinar que su amor por su prometido Hemón, era sincero y espontáneo:

“Ah queridísimo Hemón, ¡cómo te deshonra tu padre!”.

1 comentario:

Dyhego dijo...

Tengo que leérmela, don Epifanio.
25 neutonios helenísticos.