miércoles, 30 de marzo de 2016

Morir en primavera

Iba hoy a hablar de la primavera, que ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Pero hoy todo me parece una frivolidad, porque la sangre inocente de las monjas martirizadas en Yemen y de los mártires de la Pascua de Pakistán está clamando al cielo.

No hay cáliz que la contenga ni golondrinas que se la beban.

Yo, que celebro la vigilia pascual cada año, me siento especialmente identificado con ellos. Este año les ha tocado a ellos, pero otro año nos puede tocar a nosotros. Ellos somos nosotros.

No puedo dejar de admirar a esos cristianos de esas regiones remotas donde son una minoría mal vista y perseguida, como lo han sido en Europa tantas veces los judíos. Tienen la mala suerte de vivir bajo gobiernos musulmanes que los discriminan y de no contar con la ayuda activa de una Europa más preocupada por hacerse laica que por socorrer a los cristianos acogiéndolos aquí o colaborando activamente con todos los gobiernos para detener esa blasfemia que es matar en nombre de un Dios que es en realidad un demonio.


lunes, 28 de marzo de 2016

Entre la cena y la cama

He tomado una decisión de la que estoy contentísimo y recomiendo: abstenerme de Internet después de la cena y dedicarme a leer.

Hace muchos años que me liberé de la inercia de ver la tele antes de dormir, pero luego caí en la inercia de bichear por Internet saltando de un sitio a otro y leyendo oblicuamente. Quizá otros se sientan a gusto leyendo en la Red todo lo que ella nos ofrece, que es mucho, pero, en mi caso, me dispersaba, me hacía ir por aquí y por allá, de modo inconexo y fragmentario. 

Así que ahora que he vuelto a la paz de la lectura serena y profunda, me siento como un patriarca que lee a Homero mientras en mi huerto crecen los árboles por la noche.

Teniendo en cuenta que tengo en mi biblioteca más libros de los que me va a dar tiempo a leer en esta vida, lo mejor que puedo hacer es volver a las buenas costumbres.

Recomiendo volver a este diálogo con los sabios que nos han precedido. Es de las mejores cosas que se pueden hacer entre la cena y la cama.

Si después de una cena frugal y sana y de leer un buen libro, te vas a la cama en buena compañía, ¿qué más le puedes pedir a la vida? ¿Cómo no vas a dar gracias?

sábado, 26 de marzo de 2016

Esclavismo, racismo y abortismo

Un argumento habitual de los abortistas es el de apelar a la libertad: "No aborte usted si quiere, pero no se meta en la vida de los demás".

Imaginemos ese mismo argumento en boca de los esclavistas: "No tenga usted esclavos si quiere, pero déjenos a los demás tenerlos".

Nadie dudaría en decirle: "Es que nadie puede tener esclavos".

Abortistas, racistas y esclavistas coinciden en hacer distinciones entre ser humano y persona; de esta manera, a los seres humanos que no sean personas los podemos utilizar, esterilizar o matar. Precisamente para poderles hacer eso es por lo que les niegan la condición de persona. Del mismo modo que no se puede torturar a una víctima si antes no la deshumanizamos, así tampoco se puede defender matar al nasciturus sin deshumanizarlo antes. Eso explica lo indignados que están algunos antiabortistas porque este anuncio de Doritos se atreve a humanizar al nasciturus. Mal andamos si humanizar al nasciturus se considera un problema.

Muchos defienden el aborto con buena intención, creyendo que así ayudan a la mujer y que el nasciturus no tiene derechos ni es persona. Pero no se dan cuenta de que incurren en el mismo tipo de argumento deshumanizador de racistas y esclavistas.

No queda, pues, otra opción que no distinguir entre ser humano y persona. De esta manera nos aseguraremos de que nadie podrá decir que un ser humano, por ser negro o no estar aún formado o estar en coma, no es una persona y puede ser eliminado.

viernes, 18 de marzo de 2016

De lo que me pasó con Verónica

Alguna vez ha salido el tema del espiritismo en clase y entonces les he contado a mis alumnos que, a mis diez o doce años, se puso de moda invocar a una tal Verónica preguntándole por cosas ocultas y futuras y ella supuestamente respondía gracias un mecanismo consistente, si mal no recuerdo, en un catecismo colgando de un hilo de lana que colgaba a su vez de unas tijeras que sostenían varias personas. Pues bien, nos pasamos varios amigos toda una tarde preguntándole a Verónica las preguntas que podían caer en el examen del día siguiente. Era una tarea tediosa, porque las preguntas que podían caer eran casi cien, y Verónica se tomaba su tiempo en responder a través de nuestros deditos asustados y, según recuerdo, solo podía decir sí o no. El caso es que al final nos señaló diez preguntas. Y esas fueron las que nos estudiamos. Mas he aquí que al día siguiente no cayó ninguna de esas dos preguntas. O Verónica era un cuento chino o tenía muy mala idea y nos la jugó bien.

Yo suelo aconsejar a mis alumnos que se dejen de ouijas y demás espiritismos, porque o son un camelo y por tanto una pérdida de tiempo o, si funcionan, no puede ser por nada bueno; y que, si existe Dios, es mejor rezarle a él directamente y confiar en que, aunque desconozcamos lo oculto y lo futuro, va a pasar lo mejor. Ya san Agustín nos dejó claro que hay con Dios conexión directa.

Y entonces les cuento la historia de Verónica.

lunes, 14 de marzo de 2016

Jacoz

Asistí en cierta ocasión a una misa en Toledo y una feligresa muy mayor leyó las lecturas con una voz juvenil y bella que sorprendía en su edad. Pero lo que más me sorprendió fue la manera que tenía de pronunciar "Isaac", "Jacob" e "ignorar": Isaaz, Jacoz e iznorar. Los niños que me acompañaban me preguntaron qué me sonaba peor Isaaz o Isaá, o sea, a la manera toledana o a la manera andaluza. Y yo les dije que me parecía menos feo Isaá, porque, puestos a cometer un error, me parece menos malo comerse algo que poner algo equivocado.

Digo esto no muy convencido porque, por otra parte, cuando dice algún andaluz er papé en vez de "el papel", no solo me suena vulgar ese artículo, sino también que no se pronuncie la ele final. Es algo en lo que me hizo reparar mi amigo Felipe.

Algo en mi sentido de hablante me dice que comerse las consonantes finales que no sean eses ni des queda vulgar (verdá no me suena tan mal como yogú); y que queda peor aún cambiar de sitio las vocales y comérselas (naide y Uropa en vez de "nadie" o "Europa") o poner consonantes o vocales donde no corresponda (arto, defezto, leuro en vez de "alto", "defecto" o "euro").

Son cosas que digo con frecuencia a mis alumnos, porque hay maneras de hablar que inevitablemente se achacan a la ignorancia o la vulgaridad del hablante y que nos impiden muchas veces ser aceptados en un trabajo o en ciertos círculos.

lunes, 7 de marzo de 2016

¿Permito el gorro en clase?

Con mis alumnos del nocturno, ya mayores de edad y todos encantadores, me ha pasado algo curioso que os quiero consultar. Cuando uno llega a clase con la cabeza cubierta por un gorro o una gorra, le pido que se la quite. Pues bien, el otro día se lo dije a uno de mis alumnos que llevaba un gorro de lana y él obedeció, pero me sugirió que le diese la misma orden a una chica que llevaba exactamente el mismo gorro de lana que él. Reconozco que yo no había reparado en el gorro de esa chica, pero es porque nunca les digo a las chicas que se quiten sus gorros, pañuelos, cintas, pamelas o lo que sea que traigan en la cabeza. Así que dije esto más o menos: “Las normas de educación, que yo no he inventado pero que nos sirven a todos de guía, dicen que los varones se descubren en lugares cubiertos pero las chicas no”. Y como prueba de aquello me puse en clase mi sombrero para que vieran qué impropio era dar clases con él puesto. Pero entonces la chica, en solidaridad con el chico o para que no se sintiera agraviado, se quitó su gorro de lana y hubo una rebelión dialéctica contra mí. Alegaban todos que esa norma era absurda y anticuada y que atentaba contra la igualdad. Yo vine a decirles que en la cortesía no es la igualdad el valor más importante, sino la gentileza, el respeto, la gracia, el buen ejemplo, los modales, la tradición… Pero no pude convencerlos. Les hablé de la caballerosidad, de cómo en el Titanic murieron muchos más hombres que mujeres porque fueron caballerosos. Les dije muchas cosas, pero no los convencí. Luego he consultado el asunto con varios profesores y todos son partidarios de o bien permitirles el gorro a todos o no permitírselo a nadie, porque en clase todas las personas son alumnos, y no individuos de diferente sexo. Y me he quedado solo. Así que solicito vuestro criterio. ¿Qué hago con los gorros de mis alumnos? Hay tres posibilidades:

-dejar que las chicas lo lleven, pero los chicos no, como he venido haciendo
-pedir a chicos y chicas que se lo quiten
-dejar que chicos y chicas lo lleven

Otra cuestión es el velo musulmán, que dejo para otro día.

viernes, 4 de marzo de 2016

Cuesta arriba y cuesta abajo

Comentando ayer la opinión que a Sócrates le merece la muerte, explicaba yo a mis alumnos la diferente perspectiva que, debido a nuestra diferencia de edad, ellos y yo tenemos de la muerte. Dibujé una montaña y a ellos los puse subiendo la cuesta sin haber llegado a la cima, la cual les impide ver que, al otro lado de la montaña, donde ya estoy yo, la cuesta abajo conduce al precipicio de la muerte; en esa imagen, ellos van cuesta arriba preguntándose qué maravillas les aguardan en la cima y viven como si nunca fueran a morir, mientras que yo ya he llegado a la cima y he oteado el horizonte y he visto al fondo el abismo y hacia él me encamina la cuesta abajo del tiempo y, si miro de frente, no tengo más remedio que ver el abismo al fondo, a no ser que ande de espaldas o de lado.

Y he aquí que un alumno me dijo:

-Profesor, la muerte está en todas partes, en la cuesta arriba, en la cima y a los lados, en todas partes y en cualquier momento.

Y entonces taché, con toda razón, la maravillosa montaña de la pizarra.

Muchas veces pasa que a uno se le ocurre una idea que se le antoja muy fiel a la realidad no porque lo sea sino solo porque le parece ingeniosa o ilustrativa. La montaña era una de esas ideas más pedagógica que verdadera, porque, desde que tengo memoria, me recuerdo, como ese alumno, muy impresionado con la certeza de que la muerte, como la vida, está en todas partes.

Esta es una de las ventajas de trabajar con adolescentes: la frescura con que miran el mundo.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Caigo por segunda vez

Hace un mes, yendo al curro, me caí de la bici aparatosamente y nadie acudió en mi ayuda. Así se lo conté a mis alumnos, que se llevaron sin querer una mala imagen del ser humano. Pero he aquí que hoy me he caído por segunda vez y cuatro personas han acudido a preguntarme si estaba bien. Y así se lo he contado a mis alumnos para que recuperen su fe en el ser humano. Pero mis alumnos no estaban, como yo, tan preocupados en la bondad o maldad del ser humano, sino en mi integridad física.

Y, sin querer, se han sumado a todos esos desconocidos que se han interesado hoy por mi salud.

Así que estoy contento con el mundo y, además, me he hecho el propósito de bicecletear con más prudencia, como si tuviera taypico años y no diecitantos.