miércoles, 28 de octubre de 2015

Tierra, trágame

Cuando yo era estudiante, tenía que soportar a dos profesores que nos decían a los negados en matemáticas como yo: "El que vale, vale y el que no, para letras".

Reconozco que alguna vez me he vengado, ya de profesor, diciendo a mis alumnos lo contrario. Y sí, eso no está nada bien. Pero uno tiene sus defectos.

Pues bien, mi alumna Hipatia, que, por cierto, me ve en el pasillo del instituto y, ante todo el mundo, hace una caballeresca genuflexión y abre los brazos mientras me elogia porque ella es así de entusiasta para todo, salió en la fiesta de fin de curso con otros alumnos al escenario a agradecer, ante padres y autoridades, a cada profesor su labor y, cuando llegó el turno de hablar de mí, tomó el micrófono y, con toda ingenuidad y afecto, dijo: “De Jesús Cotta nunca olvidaré lo que nos decía: El que vale vale y el que no, para ciencias”, momento en que me miraron como un solo gran hombre todos los profesores de matemáticas, física, química, biología, tecnología, etc… ¿Qué podía decir yo?

Tierra, trágame.

domingo, 25 de octubre de 2015

García Lorca y la eucaristía en Torrejoncillo del Rey

En Torrejoncillo del Rey, organizaron el fin de semana pasado unas jornadas sobre Cultura y Religión y el organizador, Carlos Cuenca, que supo de mí por la lectura de Rosas de plomome invitó a dar una ponencia sobre Federico García Lorca y la eucaristía.

Torrejoncillo es uno de los pocos pueblos de España donde aún se celebra la procesión eucarística de la Minerva. Me impresionó cómo un pueblo tan pequeño era capaz de convocar a tanta gente, pero más me impresionó lo mucho que se interesaron por mi ponencia y lo hospitalarios y corteses que eran todos.

Allí defendí, entre otras cosas, que, contra lo que opinan algunos estudiosos, lo que empujó a García Lorca a componer la "Oda al Santísimo Sacramento" de García Lorca (en concreto, en la parte de "Exposición", que es donde me centré) no fue un arranque pasajero de su vida, sino una devoción madura y total que lo acompaña desde niño y que se manifestó en un momento crítico de su vida; que no tuvo que fingir ortodoxia en el contenido de la oda para agradar al muy ortodoxo Manuel de Falla (a quien la oda va dedicada), porque su devoción eucarística era profundamente católica; y que Falla, como otros tantos, no caló en la hondura religiosa de la oda, porque se escandalizó con la osadía de las imágenes, que no son las propias de la tradición de los himnos eucarísticos, lo que le impidió reparar en que tales imágenes están al servicio de las dos nobles actitudes que presiden la oda: asombro y gratitud ante la grandeza del Todopoderoso que decide dignificar al hombre y la materia trabajada por él convirtiéndose en ella y exponiéndose así al olvido e incluso la profanación.

Qué portentosa y bella definición de la transustanciación es este verso:

“Cuerpo de luz humana con músculos de harina”.

Gracias, pues, a Carlos Cuenca por organizar esas jornadas de cultura y religión ahora que tantos hiperlaicistas quieren la religión fuera de la cultura.

jueves, 22 de octubre de 2015

Gloria van Aerssen

He lamentado mucho la muerte de Gloria van Aerssen, la componente que quedaba de Vainica doble, con cuyas canciones tanto he disfrutado.

Aquí os dejo con un villancico que compuso el dúo, donde le dicen al niño Jesús "Despiértame si en sueños lloro".

Eso le pido también para ellas al niño Jesús.

Que Dios la tenga en su gloria por haber embellecido el mundo un poco más con sus canciones.

lunes, 19 de octubre de 2015

¿Quién tiene razón ahora?

-Tengo mucha suerte con mi marido. Me ayuda mucho en casa -dice una mujer.

Y un compañero de trabajo le dice:

-Fíjate que has dicho "Me ayuda", como si las tareas del hogar fuesen naturalmente tuyas y él te hiciese la gracia de ayudarte. Pero no es así. Las tareas del hogar son cosa de dos, no de uno solo y de otro que le ayuda.

La mujer se quedó callada y un poco triste y la conversación tiró por otros derroteros.

Me pareció aquel comentario un poco aguafiestas. Con lo contenta que estaba ella de tener un buen marido y va ese hombre y le chafa la alegría diciéndole que ella es una explotada a la que el macho dominante de la casa tiene contenta echándole una manilla sin implicarse del todo.

Ese compañero de trabajo tiene muy claro qué es la justicia, el reparto de horarios, la igualdad entre sexos, pero no tanto qué es el amor, la intimidad, su alegría, la manera particular y cariñosa que un hombre y una mujer tienen de entenderse y favorecerse mutuamente

Así que, en un aparte, le dije a aquella compañera:

-No dejes que te amarguen la vida. Tienes mucha suerte con tu marido.

¿Qué le habríais dicho vosotros?

Y aquí en Documenta Mínima el autor ha destacado los siguientes cometas de mi Cometario.

jueves, 15 de octubre de 2015

Día de santa Teresa de Jesús

Dos eran las mordazas que la mujer sufría en época de santa Teresa: la honra y el varón. Las dos mordazas las rompe Teresa con gracia y contundencia.

Al varón lo conoce bien. Tuvo siete hermanos varones que tuvieron muchos líos de faldas e hijos ilegítimos y todas esas desgracias no las sufrían ellos, sino ellas.

En cuanto a la honra, ella se rebeló siempre contra esa estupidez de que una persona dependiera de lo que dijesen de ella los demás, sobre todo teniendo en cuenta que la honra de la mujer era muchísimo más frágil que la del varón. Ella siempre critica esa negra honra que corta las alas e impide la acción. Siempre prefirió la virtud a la honra. Y se divierte pregonando sus defectos para librarse del amor a esa negra honra que le inculcaron de niña.

De ella dijeron de todo, incluso que la vieron liada en un carro con su fraile favorito. Hoy las revistas del corazón no habrían dejado de acosarla. Y su desprecio por la honra tiene en su caso mucho más mérito que ahora, porque ahora una habladuría te puede hacer vender más discos, pero antes te llevaba a la Inquisición.

A Teresa no la tragaban muchos varones de entonces ni la entienden muchos varones de ahora. Los de antes porque era más lista que ellos y los de ahora porque es monja. Por eso antes los varones relacionaban sus éxtasis con el demonio y los de ahora con el sexo.

Las mujeres, sin embargo, se llevan bien con ella.

Gracias, Teresa, por ser tan grande sin querer.

martes, 13 de octubre de 2015

Cometario

La Isla de Siltolá me ha publicado, precioso, mi libro de aforismos Cometario.

El título es arriesgado, porque la inercia lleva a muchos a leer Comentario. Pero no me he podido resistir a ese título. Quiero creer que mis aforismos son cometas de género masculino y femenino, porque, por un lado, surcan el cielo y nos alumbran en la oscuridad de la noche y, por otro, nos llevan de la mano por campos abiertos y soleados.

Ese es mi deseo y mi intención: abrir con cada aforismo una ventana en estos muros para que entren el agua, la luz y el aire. En ellos estoy yo sin componendas, con todos los riesgos.

Para quien guste, ahí suelto por el mundo mis cometas. Unos los escudriñarán en el cielo nocturno y otros las llevarán tomadas de la mano para que la brisa las eleve.


domingo, 11 de octubre de 2015

El poema de la semana

El poeta no escribe para publicar, sino porque, si no escribe, se muere de pena. Pero, igual que un pájaro canta para que lo oiga el mundo, el poeta publica para no guardarse para sí solo la belleza. Al final, sin embargo, lo que cuenta, lo que lo colma no es tanto el éxito de lo publicado como la verdad y la belleza de lo que ha escrito para siempre.

Este soneto lo describe con naturalidad y maestría.

El escritor
Cincuenta eneros y cincuenta mayos
suman cien añoranzas si te pones
día y noche a contar –pares y nones-
palmas, desaires, vuelos y desmayos.

Cansado estás de prólogos y ensayos,
de atriles, foros y presentaciones.
Te sientes como un niño en pantalones
cortos solo a los pies de los caballos.

Al cabo de los años, nada quieres
que te llene la vida de ansiedades
y de penumbras los amaneceres.

Al cabo de los sueños, nada esperas
que no sea aliviar tus soledades
con algunas palabras verdaderas.

(La mesa italiana, de Víctor Jiménez)

viernes, 9 de octubre de 2015

Las creencias del no creyente

Daniel Lebrato refuta muchas de mis afirmaciones en su última entrada (pinchad aquí). Y yo voy a "rerrefutar" sus refutaciones. Y como creo que cuando habla del "creyente" piensa en mí y no en todos los creyentes, yo voy a pensar también en él cuando hable del "no creyente". Pero, en realidad, creo que el debate no es entre el creyente subjetivo y el no creyente neutral, sino entre las creencias del hombre religioso y las creencias del hombre no religioso.

Dado que defiendo la libertad para llevar el velo, él interpreta que el creyente está abriendo incondicionalmente las puertas al Islam  con tal de que a los cristianos nos permitan nuestra cuota. Pero no es esa mi postura. Mi postura es que la mejor y única manera de defender la cultura occidental es blindar los derechos humanos de modo dogmático y sin fisuras, de modo que, a efectos prácticos, no puedan vivir aquí personas con rasgos culturales incompatibles con ellos. La fundamental diferencia entre el no creyente y yo es que él ve el peligro en la religión y yo lo veo en los atentados contra los Derechos humanos.

Dice el no creyente que el creyente no es neutral. Él entiende por neutralidad, supongo, un ámbito donde la religión no esté presente. ¡Pues vaya neutralidad tan antirreligiosa! ¿Desde cuándo es neutral una sociedad donde cualquiera puede manifestar públicamente sus gustos sexuales, artísticos o deportivos, pero no los religiosos? ¿Es neutral, por ejemplo, defender el aborto gratuito, pero castigar a quien deja nacer a su hijo deficiente? No me gusta esa señora, doña Neutralidad, que me quiere calladito y con la cruz bien escondida. Prefiero a doña Libertad de pensamiento y de expresión. Lo que hace valioso un argumento no es la supuesta neutralidad o irreligiosidad de quien lo esgrime, sino las razones en que se apoya.

Tiene razón el no creyente cuando dice que hablo poco de igualdad. Reconozco que no me gusta doña Igualdad en Todo, porque la igualdad no es la meta, sino solo el punto de partida que nos permite desplegar nuestras naturales y saludables diferencias. La ley no tiene que hacernos iguales, sino tratarnos igual a todos para que todos podamos ser legítimamente diferentes.

Tampoco estoy de acuerdo con él cuando afirma que los no creyentes son la minoría y los creyentes la mayoría. En realidad, hay una mayoría de gente más bien indiferente a estas discusiones nuestras y que evita hablar de política y religión y que no pone, como nosotros, el grito en el cielo si el gobierno de turno restringe la práctica del aborto o lo considera un derecho de la mujer. Las minorías, querido no creyente, somos tú y yo: el creyente y el no creyente que defienden sus creencias. Que los demás disfruten del domingo sin reivindicar que el descanso sea otro día de la semana no los sitúa en el bando de una mayoría católica contraria a tu minoría, sino en el bando de la inercia.

Dice que es el creyente el que tiene que demostrar la existencia de Dios, mientras que el no creyente nada tiene que demostrar. Pero comete, a mi juicio, un error de perspectiva: el  de creer que el no creyente no tiene creencias. Para empezar, el no creyente cree que el universo está aquí porque sí, que el orden del cosmos vino del desorden, la vida de la no vida, la inteligencia de la no inteligencia y, para colmo, da por científica lo que es solo una opinión tan válida y filosófica como la de la larga tradición de pensadores de toda época y lugar que consideran más racional, razonable y probable que el universo tenga una causa no material.

Dice que el creyente ve conspiraciones contra la Iglesia. Pero afirmar, como afirmo, que la moda de los tiempos no es favorable a la opinión de un creyente no es conspiranoia, sino realismo y se puede experimentar en cada momento. Queda uno la mar de bien en una revista si dice que practica el yoga pero no si dice que reza el rosario. Queda de progresista y moderno quien defiende el aborto, el sexo sin amor, la eutanasia, el animalismo, pero queda de retrógrado y ultramontano quien defiende al nasciturus, el sexo con amor y compromiso, la muerte natural y la superioridad del ser humano en dignidad.

Por último, veo entre el no creyente y yo un abismo de pensamiento que creo que se debe a que él tiende a creer que la causa de nuestros problemas es una clase social, un sistema económico, una religión, una cultura, una institución, un partido político, unas costumbres..., mientras que yo creo que la causa de todos los problemas es cada hombre, su libertad para ser bueno o un cabrón. Y, por eso, no propongo medidas políticas destinadas a abolir o cambiar o neutralizar costumbres, clases sociales, roles sexuales, vestimentas, religiones..., sino que solo propongo medidas para castigar de modo real y efectivo la maldad real y efectiva de cada hombre concreto, sea quien sea. En lo demás, viva la libertad.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Contra laicismo, libertad

Pinchad aquí para leer la entrada de Daniel Lebrato que vengo a discutir aquí.

Antes de nada, conviene aclarar el sentido del término laicismo, para que él y yo nos entendamos bien. Yo distingo entre aconfesionalidad, que es lo que hay en España, y laicismo, que es lo que hay en México, Francia y los antiguos países comunistas. La aconfesionalidad es democrática, porque consiste en no obligar a nadie a tener una religión concreta, pero dar libertad ¡y facilidades! para que cada cual la manifieste. Eso es lo que pone en la Constitución Española. Por laicismo, sin embargo, entiendo un Estado que prohíbe en el ámbito público la manifestación de lo religioso (imágenes religiosas en lugares públicos, colegios religiosos concertados, procesiones, cruces al pecho e incluso tañidos de campana). La aconfesionalidad respeta la libertad de la gente, pero el laicismo no.

Y ahora voy a criticar las dos ideas principales de Daniel Lebrato en su última entrada.

La primera idea que defiende es que hay que desconfiar de quienes en las conversaciones hablan "de lo que  ha sido así y siempre será". Esa es una prevención que, a mi juicio, debe ser matizada: el hombre, con sus deseos y necesidades, no cambia; lo que cambia es la manera de satisfacerlos. En efecto, por fortuna, programas como Gran Hermano y otras basuras pasarán, pero la gente morbosa no pasará y ya se buscará otra manera de satisfacer su morbo. Por otra parte, mientras que el cristianismo solo utiliza el “esto ha sido así y siempre será” en asuntos morales (“Siempre ha sido, es y será mala la eugenesia”), ideologías tales como el marxismo y la ideología de género lo utilizan en lo moral, lo político, lo social…: los papeles sexuales son imposiciones culturales, las clases sociales son más reales que el individuo mismo, la religión es el opio del pueblo… Así que me merecen mucha más desconfianza las ideologías con sus dogmas sociales, políticos, culturales, deportivos, etc que las religiones con sus creencias místicas (las religiones no son ideologías, a no ser, entre otras cosas, que apuesten por un sistema político  y un programa concreto de acción).

La segunda idea que defiende Daniel Lebrato es que el laicismo es una reacción legítima contra la pretensión de los creyentes de meterse en la vida de los demás e imponerles su visión; entiende por imponer su visión cosas como esta: que los católicos saquen sus procesiones sin pedir permiso de manifestación al ayuntamiento, que los días de fiesta sean de origen religioso, que el ayuntamiento ponga un belén, que un padre de familia numerosa o de un niño deficiente pretenda ayudas por parte del Estado.

Respecto a lo de las procesiones, hay que recordar que los que quieren manifestarse no tienen que pedir permiso a nadie, porque es su derecho, sino que solo han de informar de que se van a manifestar. Estaría bueno que el alcalde de turno sea el dios del que depende mi derecho a la libertad de expresión. Por otra parte, teniendo en cuenta que en cada cultura hay eventos, fiestas y tradiciones que son masivas es lógico que, a efectos prácticos, no haya que estar pidiendo permisos para que ocurra lo que sabemos todos que va a ocurrir. En vez de obligar a los jóvenes a pedir permisos al alcalde para hacer botellón, lo mejor será dar por hecho que va a haber botellón y que la molestia sea la menor posible para los demás. Con cuánta más razón habrá que facilitar las procesiones, que pertenecen a una expresión humana superior a la del botellón.

Respecto a la supuesta imposición de las fiestas de origen religioso, lo importante de un día de fiesta no es tanto su origen como que todos se beneficien del descanso el mismo día. Si los profesores descansan, pero los padres no, hay un problema. Y dado que los días de fiesta vienen dados por la tradición occidental cristiana, que nadie de hoy ha decidido, sino que ha venido ella sola por inercia, el consenso nos viene dado por arte de magia. Los que quieren cambiar la fiesta de la Navidad por la fiesta del Solsticio de Invierno, vienen a romper ese consenso social no pactado y, para colmo, con la pretensión de que con esa nueva fiesta se logra un mejor consenso. Puestos a discutir con qué se consigue mejor consenso, sometámoslo a votación y adiós a la fiesta del solsticio.

Respecto a lo del padre de familia numerosa o con hijos deficientes, creo que las personas merecen ser ayudadas independientemente de quién las ha engendrado y por qué y, sobre todo, creo que dejar nacer a un niño deficiente no es una irresponsabilidad que debamos castigar, sino un acto de amor que debemos admirar.

Por último, Daniel, a mí también me pasa que no me gusta que una mujer se ponga un velo en la cabeza y en todos los lugares he defendido que esa costumbre proviene de una concepción machista de la mujer como pecadora e impura. Si yo consintiera en prohibir el velo en un centro público, no sería porque es una manifestación religiosa, sino porque es una manifestación del machismo y un inconveniente para integrar a la inmigrante a nuestra cultura, donde, entre otras cosas, la gente lleva cruces al cuello, igual que toma gazpacho y saluda estrechando la mano.

Dicho todo esto, Daniel, veo que nuestras posturas respecto al hecho religioso en la sociedad son inconciliables, pero nos queda la esperanza de que la gente ventile esas diferencias en un diálogo, como hacemos nosotros, y no con las bayonetas.

lunes, 5 de octubre de 2015

El laicismo y el Islam

Valorando como estamos el papel del catolicismo en la actualidad, mi compañero Daniel Lebrato ha escrito esta interesantísima entrada que podemos resumir en en estas frases suyas:

"Al catolicismo, que atravesó el Renacimiento y la Ilustración con éxito, se le pide que se neutralice de buena gana, para poder entre todos neutralizar al Islam, una religión a la que llevábamos 622 años de ventaja y que a laicos y creyentes, tal como éramos y a nuestra manera, nos está comiendo la moral".

En estos tiempos cobardes y políticamente tan correctos, uno agradece leer a personas como Daniel que, con valentía y sin miedo a una fatua, digan claro que el Islam supone un desafío para Occidente. Con él coincido en el diagnóstico y casi en el pronóstico, pero no en la solución que propone.

El Islam es peligroso para nosotros no por lo que tiene de religión, sino por lo que tiene de ideología. Es religión creer en un solo Dios al que hay que honrar rezando varias veces al día y dando limosna. El sufismo es religión y muy hermosa. Pero es ideología afirmar que toda la Tierra se someterá a un califato sin naciones, que los infieles deben ser convertidos o sometidos como ciudadanos de segunda, que el testimonio de la mujer vale menos que el del hombre. El yihadismo es ideología.

El problema es que en el Islam es difícil separar en la práctica religión de ideología (por ejemplo, la doctrina llamada Taqiya permite al fiel mentir si es para extender el Islam, lo que obedece más bien a un programa político). Por todo ello, convertirse al Islam no es, como sería deseable, creer en un solo Dios providente y amar al enemigo, sino cambiar de cultura, de vestimenta, de hábitos culinarios, asumir un programa político, una utopía islamista para el futuro...

Dicho esto, creo que para Europa el peligro no es la religiosidad del Islam, sino la ideología política que lleva hoy aparejada y que predica la guerra constante contra Occidente y sus valores; y, por ello, el laicismo, que considera que el peligro está en la religión y no en la ideología, no es la mejor manera de afrontar los desafíos del Islam, que son ideológicos. No es peligroso que una persona rece a Dios en la calle como hacen con admirable naturalidad los musulmanes, sino que una persona piense que pegar a su mujer está bien porque lo permite el Corán. Por tanto, no hay que impedir a nadie rezar en la calle, sea quien sea, pero sí que hay que impedir que alguien, sea quien sea, le pegue a su mujer. Esa es mi postura.

Tan inexacto es decir que el Islam no entraña peligro alguno para los valores de Occidente como decir que todo él es incompatible con la modernidad.

El laicismo es un falso camino que solo nos conduce a la pérdida de la libertad y los derechos humanos, que son los valores insignia de Europa. No cuenten conmigo si para que nadie lleve pañuelos en la cabeza hay que prohibir que los europeos lleven cruces al pecho y tañan campanas y pongan belenes y estampas de la Macarena donde les plazca cuando les plazca. No me gusta la lógica laicista: la prohibición en aras de la neutralidad, una supuesta tolerancia que no consiste en admitir las diferencias, sino en eliminarlas para que nadie se ofenda.

Entonces, ¿cuál podría ser la solución ante el desafío del Islam? No lo tengo muy claro, pero lo que sí sé es que la solución exige muchas medidas de diferente tipo. Por ejemplo:

a) En vez de rasgarse farisaicamente las vestiduras cada vez que alguien señala una incompatibilidad del Islam con nuestra cultural, hay que decirla alto y claro y apoyar sin fisuras a las pocas pero valientes voces de musulmanes que, sobre todo en Europa, claman por un Islam moderado y libre de esclavitudes ideológicas.

b) Alentar en los países musulmanes la idea de un representante de todos los fieles con el que sea posible dialogar para llevar a cabo la tarea (paulatina y seductora, nunca militar) de empapar los países musulmanes de los valores de libertad, igualdad y fraternidad.

c) Exigir una condena clara y unánime de todas las autoridades musulmanas contra los actos de terrorismo, sean quienes sean las víctimas. Para ello, los países occidentales deben ser los primeros en condenar y combatir el terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones.

d) Dejar de pactar y negociar con países que, como Arabia Saudí, alientan y costean el radicalismo y el odio a Occidente en todos los rincones del planeta.

e) No renunciar, en aras de una supuesta neutralidad, a nuestras costumbres y tradiciones, porque con ellas estamos más capacitados como anfitriones para integrar en nuestra cultura a los inmigrantes.En vez de laicismo, más libertad y derechos humanos a toda costa y como sea. No podemos evitar que una mujer se ponga velo en la cabeza, pero sí que podemos castigar y erradicar la ablación, los matrimonios obligados, los asesinatos por honor...

Tengo confianza en que el tiempo y la experiencia harán a los musulmanes conscientes de que objetivamente la mejor manera de vivir, y la que produce más prosperidad, es aquella que blinda los derechos humanos de todos en todo momento, lo que acabará desinflando el yihadismo. Y creo que al Islam le ha faltado Jesucristo, que exaltó las figuras del niño y la mujer y los valores de amor, misericordia, fraternidad, conversión interior y dignidad de la persona, la cual no se hizo para el sábado (es decir, la ley, la tradición, la disciplina, la clase social, las instituciones, el Estado, la verdad, etc), sino al revés. Los derechos humanos han venido de esos valores. Defenderlos dogmáticamente a toda costa es la única esperanza y el mejor servicio que les podemos prestar a nuestros hermanos musulmanes aquí y en sus respectivos países. Y tales derechos no se defienden prohibiendo cosas, sino garantizando que todo lo que hagamos sea libre y respetuoso con la libertad de los demás.

sábado, 3 de octubre de 2015

El primer poema de la semana de este curso

Amigos, ahora que comienza el otoño, comienzo con nuestra serie de poemas semanales.

Disculpadme si el tema del poema de hoy es triste. Pero hay en él toda la esperanza y la alegría que puede haber en un trance como ese. Es un poema otoñal que me ha enviado un amigo.

Recientemente discutía yo con unos amigos si era mejor morir consciente o inconsciente. Yo me pido morir como en este poema.

Se lo encontraron muerto una mañana
de principios de otoño. Sonreía
dando gracias al sol, que aún lamía
su piel tras el cristal de la ventana.

Dijeron que sonaba una campana
y que él, desde la muerte, todavía
la quería escuchar y que tendía
las muertas manos a la voz lejana.

Dicen que el cuerpo estaba acurrucado
como el de un pequeño que quisiera
regresar hasta el punto de partida.

Aseguran que no estaba asustado
y jugaba a morir, como si fuera
el último recreo de su vida.

(José Luis Martín Descalzo)

Por cierto, tengo el honor de haber salido en la Contra de La Vanguardia a propósito de Rosas de plomo. Amistad y muerte de Federico y José Antonio.

Aquí.

Papá, en el cielo puedes leer el artículo completo.