sábado, 30 de mayo de 2015

Viejo malhablado

A veces me pongo, sin querer, en modo iracundo y me descubro lanzando un ultimátum a unos, filípicas a otros y todo salpicado de palabrotas y frases soeces.

Entonces me asusto de la cantidad de burradas que puedo llegar a decir cuando me dejo llevar por esa ira extraña que a veces se apodera de mi discurso interior, y me acuerdo de ciertas personas que, con la enfermedad senil, se volvieron palabroteras y blasfemas y no hay nada que me asuste más que verme convertido en eso, en un viejo malhablado y malhumorado. ¿Acabar mi vida lleno de vejez y de rencor? ¿Descubrir al final que mi verdadero ser, cuando se ve libre del azote de mi voluntad, era así de grosero y zafio?

Solo hay dos cosas que me devuelvan la paz: decir poemas y rezar.

San Juan de la Cruz, Gustavo Adolfo y Federico no saben cuánto contribuyen a salvarme del abismo.

La Virgen y los poetas me salvan todos los días de la parte más fea de mí mismo.

lunes, 25 de mayo de 2015

Mahoma y la decapitación

Ahora que el Estado Islámico ha degollado a cuatrocientas personas en Palmira, aconsejo vivamente este vídeo donde Raad Salam Naamán, árabe cristiano versado en el Islam, explica con quién nos las estamos viendo.

La legitimidad de mentir en nombre del Islam, el desposar a niñas, la afición a degollar, el uso de cristianas y judías como esclavas sexuales, la razón ideológica que subyace en el Islam y, sobre todo, las 255 suras que incitan a la violencia y que, según el criterio interpretativo del Corán anulan, por ser posteriores, a las que hablan de paz, que son menos y anteriores... todo eso lo explica este cristiano perseguido por Mahoma y sus fieles seguidores.

Urge reunir a todos los países de todas las confesiones, incluidos los musulmanes, para detener a esos asesinos.

Si nuestro corazón no se compadece de esos cuatrocientos, si no hacemos algo para impedir que sean más, los muertos somos y seremos nosotros.

domingo, 24 de mayo de 2015

Edurne y Eurovisión

El primer festival de Eurovisión que recuerdo fue ese en el que ganó ABBA, lo que me hizo euroforofo para siempre.

Desde entonces mi vida ha estado jalonada anualmente por esa fiesta de la canción y entre los míos siempre hemos hecho apuestas y todo tipo de cábalas.

Y aunque las votaciones son absurdas muchas veces y amiguistas otras tantas y esclavas de la moda y de tontunas las otras veces que quedan, me lo paso en grande viendo o abucheando lo que cada país envía al festival.

Vimos el festival en casa de unos griegos. Allí se aplaudió mucho a Grecia, Chipre y España. Conchita Wurst disfrutó como un loco volando por el escenario y mostrando treinta trajes distintos. Edurne estuvo magnífica y bellísima, pero ya sea porque España tiene pocos vecinos o porque los que tiene no votan por amiguismos o porque la canción, siendo hermosa, no cayó en gracia, solo obtuvo quince puntos, y quedó en el puesto 21, cuando el Chiqui Chiqui, la ignominia universal, quedó en el puesto dieciséis.

Me encantaron las canciones de Francia, España, Portugal, Inglaterra y, por supuesto, Italia

Portugal ni llegó a la final; Francia sacó solo cuatro puntos; Italia debería haber ganado; e Inglaterra sacó solo cinco puntos. E Italia, magnífica con esos tres cantantes de ópera románticos y bien vestidos, fue la guinda y el arte del festival.


sábado, 23 de mayo de 2015

El Ateneo, el diez y mi nombre

Quiero agradecer desde este cuaderno al Ateneo de Sevilla y, en especial, a su presidente, Alberto Máximo Pérez  Calero, el haberme acogido tan cálidamente en esa casa que honro y respeto, y a todos los que me acompañaron en la mesa: José Manuel Cansino, Javier Compás y José Antonio Martín Otín y, sobre todo, al numeroso y cultivado público que vino allí para conocer y, quizá celebrar, la amistad de Federico y José Antonio.

Entre el público estaban personas como el historiador Fernando de Artacho, el profesor Miguel Cruz y el Loco de la colina,  Jesús Quintero, que me preguntó a qué andaluz actual le pondríamos hoy un diez, y no supe qué responderle. Al día siguiente pensé que, en cuestión de poetas, se me ocurren varios nombres, uno de los cuales estaba allí entre el público y no caí en la cuenta de señalarlo: José Julio Cabanillas.

También me preguntó Jesús Quintero, mi tocayo, por qué me llamaron Jesús. Me desconcertó y me gustó la pregunta (creo que esa es una de las virtudes de Jesús Quintero). Le dije que me pusieron Jesús porque nací en una casa que tenía un pesebre. O al menos eso me dijo un día mi padre.

Es verdad que en la casa donde nací, en la Estación de Cártama, había un pesebre, pero yo nací en la cama de mis padres. Asistieron a mi nacimiento el médico, mi madre y unos cuantos ángeles.

En realidad, creo que tanto a la madre de Jesús Quintero como a mi madre les gustaba mucho el nombre de Jesús. Vivan, pues, nuestras madres.

Llamarse Jesús marca mucho y Jesús Quintero me lo ha hecho ver.

Aquí una reseña que han hecho del acto.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Presentación de Rosas de plomo

Amigos, Rosas de plomo se va a presentar en el Ateneo de Sevilla el 20 de mayo a las 20:00 en el Ateneo de Sevilla.

Me acompañarán en la mesa Miguel Cruz y José Manuel Cansino y me presentará José Antonio Martín Otín.

Todo un honor para mí.

A la luz el uno del otro, Federico García Lorca y José Antonio Primo de Rivera, el Poeta y el Caballero, se despolitizan, se iluminan, se salvan y, a la vez, despolitizan España, la iluminan y la salvan.

Aquí está la convocatoria.

Para quien guste.

lunes, 11 de mayo de 2015

Mis alumnos os regalan estas palabras

Dafne:
Fitorrea: fluido vegetal. "Niña, has despachurrado las frutas. Menuda fitorrea has armado".
Grafónimo: nombre escrito. "Me llaman todos Currito, pero mi grafónimo es Francisco"

Andrómaca:
Autónimo: nombre que se da uno a sí mismo. "Me llamo Robustiano, pero como no me gusta ese nombre, me he puesto un autónimo: Ro"
Metafobia: miedo a lo que viene después. "No tengo miedo a la muerte, sino al más allá. ¿Y si voy al infierno? Estoy metafóbica del todo."

Cleopatra:
Psicoscopio: aparato para observar el alma. "Tengo implantado en el iris un psicoscopio, así que, cuidado, porque, si mientes, me daré cuenta"
Anticacoagonista: especializado en luchar contra el malo de la película. "Bruce Willis es mi anticacoagonista favorito"

Zeus
Pragmatólogo: estudio del lado práctico de todo lo que existe. "Como pragmatólogo te digo que la desaparición de los piojos del ser humano provocaría una catástrofe ecológica inimaginable"

Selene:
Psicotorio: lugar para las almas. "Este claro de bosque es un psicotorio donde se congregan las almas de los suicidas a contarse sus penas"
Teotanasia: morir entre los dioses. "Si pudiera elegir mi género de muerte, elegiría una teotanasia, para morir en brazos de los dioses, como un predilecto"

Atalanta
Cronobio: tiempo de vida. "Doctor, ¿cuánto cronobio me queda?
Anfiteísmo: dioses a ambos lados. "Voy muy animado al combate porque tengo a un lado una valquiria y al otro un ángel que me protegen"

jueves, 7 de mayo de 2015

La desnudez y los hombres primitivos

Hace unos días leí aquí que el hombre de Cromagnon seguramente no se tapaba los genitales y que, si lo hacía, no era por pudor, sino por protegerse del frío.

Ideas como esa (que el pudor, entendido como el sentimiento que nos lleva a taparnos, no es natural en el ser humano, sino cultural; que antes del cristianismo se vivía en una feliz desnudez; que la gente se tapa para protegerse del entorno y no por pudor...)las he leído y oído con frecuencia. Pero pregunto: ¿qué pruebas hay de que eso sea así?

Yo no me atrevo a afirmar que los hombres de hace cien mil años se taparan por pudor y, entonces, ¿cómo se atreven tantos a afirmar que o bien no se tapaban o lo hacían solo por protección?

Creo que hay dos prejuicios subyacentes en ese tipo de ideas: el primero es que el pudor no es natural ni sano, sino una represión de origen religioso; y el segundo es que los hombres primitivos no eran como los de ahora, sino más sencillos o más brutos o menos complicados o qué sé yo.

El segundo prejuicio se viene al suelo si pensamos que los hombres, desde que lo eran, han sido igual que los de ahora: había espíritus delicados y poéticos, había asesinos en serie, había aprovechones, había fanfarrones, risueños... Y todos los comportamientos que hoy se nos puedan ocurrir se daban también entonces, mutatis mutandis.

Entonces, si los hombres primitivos son iguales que nosotros, el primer prejuicio también se viene al suelo: ¿la única razón por la que nos tapamos es para protegernos del medio ambiente y porque es una imposición cultural? Sin negar que esas razones también cuentan, ¿no hay también en el hecho de cubrir nuestro exterior un legítimo deseo de no mostrar nuestro interior? ¿Taparse no es también una manera de decir que las partes de uno mismo que uno va a usar en su relación con los demás son las que están sin tapar? ¿No es el pudor una consecuencia del hecho misterioso de que en cada cuerpo habita una presencia íntima que no se agota en la visión del cuerpo? ¿No es el pudor, en fin, un rasgo exclusiva y finamente humano que dignifica nuestro cuerpo y lo libra de ser meramente un objeto?

lunes, 4 de mayo de 2015

Hombres, perros y cipreses en una discusión

En cierta ocasión una persona me dijo:

-Yo creo que en el mundo habría que hacer dos países: los que no quieran poner freno a la superpoblación, que se queden superapretaditos en su país. Y los que queramos vivir con poca gente y muchos arbolitos, en otro.

Y yo le dije:

-Si somos muchos en mi país, nos iremos al tuyo.

-Pero no os dejaremos entrar.

-Entonces habrá guerra.

Y creo de verdad que la habría, porque, a partir de ese momento, nuestra conversación dejó de ser conversación y pasó a ser una discusión, a la que se añadió alguien a quien no le gustaba mi defensa de la gente hasta el punto de no impedirles la tremenda facultad de engendrar libremente a otra persona.

-Es que tú das por hecho -me dijo- que todos tenemos que compartir tu visión según la cual el ser humano es más importante que, por ejemplo, mi perro o un ciprés.

La verdad es que sí, esa es exactamente mi visión. Sentí la tentación de responderle algo así como: "Oye, no me insultes diciendo que yo valgo lo mismo que tu perro". Pero, para no personalizar, dije algo así como: 

-Existir sabiendo que se existe, como el ser humano, es un grado de existencia superior a existir sin saberlo.

Y entonces otra persona intervino en la conversación y me soltó la siguiente perla:

-¡Qué bien estáis los creyentes viviendo entre verdades absolutas! 

Me pilló tan de improviso su velada acusación de fundamentalismo, que no supe qué responder. Para empezar, no estábamos allí hablando de religión. Es habitual entre algunos el creer que cualquier opinión emitida por un creyente es válida solo para los creyentes, mientras que las suyas son objetivas y universalizables. 

Por otra parte, creo que el fundamentalismo estaba en esa persona, porque tenía la completa seguridad de estar en lo cierto y, por eso, me acusaba, mientras que yo tengo que sostener mis creencias religiosas mediante un acto de fe, sin seguridad alguna de estar en lo cierto.

Hace tiempo habría sido descabellado igualar en valor a un perro y a un ser humano, pero ya no solo empiezan a oírse afirmaciones tales en gente cultivada, sino que, además, muchos de los que sostienen, insultándome, que valgo lo mismo que un perro son más fanáticos que los que defendemos que ser humano es lo más grande que se puede ser en el universo.

Y aquí, en El imparcial, hablan de Rosas de plomo