miércoles, 9 de julio de 2014

Tres rectificaciones

Amigos, hago tres grandes rectificaciones:

1. En una tertulia espirituosa con amigos afirmé, quizá con ganas de hacerme el interesante, que la sensación de colmo y dicha de la creación literaria superaba al colmo y la dicha del acoplamiento amoroso. Pues bien, ¡me equivoqué! ¡Metí la pata hasta el corvejón! ¡No me figuraba yo hasta qué punto el alcohol me aleja de la realidad!

Señores, que conste en acta: la fusión erótica no se puede comparar con nada, pero, si hay que compararla con la plenitud del momento de creación literaria fecunda, sale ganando por goleada la fusión erótica. ¿En qué estaría yo pensando cuando escribí aquello!

2. En una tertulia espiritual, un amigo mío poeta me recomendó (y yo lo recomiendo) El peregrino ruso, una de las obras más originales y misteriosas que conozco. Y me dijo que hacer oración con Dios no era una actividad, sino un abandonarse en su presencia. Estupefacto, le pregunté cómo se hacía eso. Y él me preguntó a su vez: "A ver, ¿tú cuánto tiempo tardas en dejar tu mente sin pensamientos?" Y yo dije, pobre de mí, que un par de minutos. "Ah, entonces tú lo tienes muy fácil. Quitas de tu mente todos los pensamientos y entonces allí entra Dios".

Pues bien, lo he intentado y, ¡amigos!, soy incapaz de dejar mis neuronitas desocupadas. Están todas cargadas de libros, preocupaciones, ramificaciones arbóreas, planetas, estalactitas... ¡y allí no hay quien entre!

3. Y mi tercera rectificación es que dije en mi última entrada que sería mi última entrada de verano, pero he aquí que nunca diré nunca jamás beberé de esta agua.

Bueno, y dentro de tres días me voy a los vastos jardines sin aurora, allí, donde habite el olvido y no hay Internet.

Me acordaré de vosotros cada noche, cuando contemple las estrellas.

Ex corde,
amicus vester Iesus Cotta