jueves, 23 de febrero de 2012

Epicureísmo cristiano

Prometer un ascenso para conseguir un favor y luego hacer la zancadilla, conseguir una carta de recomendación, hacerte necesario al poderoso, hacerle la pelota, susurrar a su oído, estar a su sombra y en el momento justo, dirigir las intrigas palaciegas, escalar puestos, desprestigiar la labor de los rivales, manipular la información a nuestra conveniencia, cervecear con aquellos de los que puedes conseguir algo, lograr mediante contactos que premien tu labor o tu obra... son todos consejos para medrar en el mundo profesional, artístico o jerárquico.

Algunos son pillerías y otros son cabronadas, pero ¡cuánto estrés! No sé si me compensaría tanto peloteo, tanto no hacer lo que me apetece, para al final conseguir una prebendilla que otro más listo que yo me arrebatará en menos que canta un gallo.

Prefiero seguir a fray Luis de León con aquello de

Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por la que han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido.

Me gusta ese poema porque combina el consejo del ateo Epicuro, que aconsejaba desentenderse de los asuntos públicos y retirarse al propio placer, con el desprendimiento cristiano respecto a lo mundano.

Me gusta la gente ecléctica.

Hay quienes disfrutan en los pasillos del poder. Otros no servimos para eso y, quizá por esa inutilidad para manejar los hilos y saber tirar de ellos, preferimos poner nuestra esperanza en algo que no sea tan voluble como el mundo y el poder, en algo más bello y más alto que no defraude aunque se hunda el mundo: el amor, la poesía y el Gran Citarista, como diría nuestro Fray Luis.

lunes, 20 de febrero de 2012

Grandes verdades del mundo

1. Para una vez que uno echa una canita al aire, se encuentra allí al suegro.

2. Si no descuelgas el teléfono antes de una siesta en compañía, sonará en el momento más sublime.

3. El vecino siempre escogerá para hacer apaños y obras en su casa la hora de la siesta.

4. Hoy no te ha mirado nadie, salvo cuando te oliste la axila por si las moscas.

5. Más de la mitad de los votantes de derechas afirman ser de izquierdas.

6. En un urinario público no acaba de salir el chorro si el de al lado te mira la colita.

7. La gente ocupada hace más favores que la desocupada.

8. Por respeto, tus amigos no te han contado el ridi espantoso que hiciste anoche borracho.

9. Si dejas al novio de tu hija repantigarse a sus anchas en tu sofá, es que ya estás chocheando.

10. Si quieres morirte de miedo, busca en Internet foros de gente con tus mismos síntomas.

martes, 14 de febrero de 2012

De la insatisfacción de vivir

Si tuviera que definir con una palabra mi relación con el mundo, la definiría como insatisfacción, pero no en el sentido de frustración o descontento por mi modo de ser. Es más bien la sensación de que todo lo que me prometía dar la felicidad, la plenitud o el sosiego que ando buscando acaba siendo al final insuficiente.

Mira que me gustan los amigos, la poesía, el amor, la familia, la naturaleza, el amanecer y tantas otras cosas..., pero ninguna de ellas me colma del todo. Siempre que las disfruto, una voz interior, que soy yo, me dice: "¿Ves? Esto tampoco es lo que buscas." Hay en mi corazón un anhelo excesivo con el que no sé qué hacer.

Alguien podría decirme que mi error es pedirle demasiado a la vida, desear algo infinito cuando nada lo es. Pero no soy yo quien voluntariamente pide todo eso, sino que es todo mi ser quien involuntariamente tiende a ser tan excesivo en sus anhelos.

Me di cuenta de todo esto oyendo música. Siendo la música de las cosas del mundo que más me gustan, hay días en que no puedo soportar ni una sola canción. Ni Falla ni Mozart ni la música griega siquiera, ¡con lo que me gusta!

Hay gente que parece feliz con todos esos pequeños placeres de la vida. Y la admiro. Yo no puedo. A mí todo me acaba cansando.

Lo único que no me cansa es Dios. Por eso, aunque no existiera, tendría que creer en Él, para no desesperarme.

domingo, 12 de febrero de 2012

Notas de estos últimos días

1. Jesús, no te ofusques. Mira: allí al fondo alza su estandarte el Giraldillo, recortado en el rojo crepuscular, para que no pierdas la esperanza.

2. Patricio se ha tenido que mudar a uno de los barrios más humildes de Sevilla. Así podrá pagar el alquiler compartiéndolo solo con su esposa. Vive cerca de la iglesia, que según me ha dicho es la parte más honrada del barrio. El martes le diré que Nieves le ha conseguido una cuna para mi ahijado nasciturus.

3. No sé qué demonios hacer con mi gorra de pana verde cuando entro en el autobús o a comprar churros o en el supermercado o cuando me encuentro con un conocido en la calle. En esas ocasiones me descubro por si acaso, pero mi pregunta es: ¿Tengo que descubrirme o bien uno se descubre solo al entrar en casas, salas, iglesias, etc?

4. Mi nuevo gimnasio es más refinado que el otro. En la piscina no hay música atronadora. Y los entrenadores son la mar de amables sin ser pesados. La única pega es que me cuesta horrores vencer ese sentimiento hidalgo de pudor al tener que ponerme a sudar la gota gorda delante de todo el mundo, con el cuerpo torturado por máquinas de hierro y goma mientras el sudor me chorrea por la calva.

5. Estoy fumando muy poco. Nunca paso de cuatro pitillos diarios. A ver si en Cuaresma los reduzco y ofrezco el sacrificio por tres cosas que yo me sé.

6. Han cerrado dos herboristerías donde yo solía comprar. Me ha dado mucha lástima. Se ve que en época de crisis la gente ahorra de todo lo prescindible y la herboristería es más prescindible que la frutería.

jueves, 9 de febrero de 2012

Cristo da en la diana

Cuando Cristo, con esa elegancia, salvó a la prosti, o a la adúltera (san Juan, 8), de morir lapidada, dejó claro que el adulterio no era un delito, sino un pecado, y que los pecados necesitan perdón, no castigo. Nunca le estaremos lo bastante agradecidos a Cristo por esa distinción sutil tan hermosa y liberadora. ¿Os imagináis que nos encarcelaran o apedrearan por ser racistas, machistas, malos amigos, malos padres, malos hijos, malos esposos, por cosas, en fin, que, en todo caso, son moralmente reprobables, pero no delictivas?

Por cierto, deduzco de ese pasaje que Cristo, como hijo de carpintero que era, tenía que tener buena musculatura. Así resulta más fácil comprender que su sola presencia disuadiera a una turba de varones armados de piedras.

domingo, 5 de febrero de 2012

Mi primera clase sobre la condición humana

Aprendí mucho de la condición humana en sexto de EGB.

Mi madre me daba para la merienda del cole una bolsa muy grande de quicos. Ella los vendía en la tienda y a mí me tenía bien surtido, porque me encantaban.

Un día, durante el recreo me abordó un niño para pedirme quicos. Me contó una larga historia. Él era de familia pobre, muy pobre, y su madre no tenía para darle de merendar. Le di por lo menos la mitad de la bolsa y él se fue tan contento.

Al día siguiente la misma historia. Pero la iba adornando de dialéctica. Según él, como mi madre tenía una tienda, era rica, mientras que él era pobre, y mi deber era darle a él la mitad.

Día a día, me iba exigiendo su ración de quicos, cada vez más exigente y menos agradecido, como si no fuera un regalo que yo le daba sino un derecho suyo.

Un día me planté y le dije que no le iba a dar más. No es que yo no quisiera ser generoso, pero me agobiaba tener que vérmelas con él todos los días, su poca gratitud, su insistencia en pedirme todos los días sin que se le olvidara jamás y, sobre todo, me fastidiaba su cara dura disfrazada de justicia. Era además un niño que no me caía bien y que sólo me saludaba cuando iba a pedirme quicos.

Pues bien, ese día me insultó, me pegó, me llamó rico de mierda.

Al día siguiente le dije a mi madre que no me diera quicos, sino un bocadillo. Y entonces el niño dejó de pedirme. Los bocadillos no le interesaban, porque ya los tenía en casa.

Aquel niño fue para mí la imagen viva de la envidia, del codiciar los bienes ajenos, del resentimiento contra el mundo. Y cada vez que descubro en mi corazón un sentimiento tan feo como esos, lo arranco de cuajo me cueste lo que me cueste, más que para ser bueno, para no ser por dentro tan feo como ese niño.

jueves, 2 de febrero de 2012

La poesía embellece

Pero no sólo espiritualmente. Físicamente también. Me he dado cuenta. No conozco poetas feos. Y si alguno lo fuera, sería muchísimo más feo si no fuera poeta. Igual que la luz alumbra la cara nada más que por acercarnos a ella, la poesía y la belleza embellecen el cuerpo y el rostro sólo porque sabemos apreciarlas. Tiene belleza no solo quien nace con ella, sino quien sabe apreciarla y la admira: a este la belleza lo contamina especialmente.

No estoy haciendo propaganda de la poesía como un embellecedor más económico que las clínicas de cirugía. La poesía es más que eso. La belleza de quien la admira es una consecuencia, no su objetivo. Pero no está mal decirlo en voz alta, para que todo el mundo lo sepa.

La Bestia, cuando se rodea de belleza, atrae a Bella.

En el rostro de los amigos de la belleza advierto una belleza real que hace más agradable el mundo.

Gracias a vosotros, amigos de la belleza.