lunes, 25 de abril de 2011

Prepúber

Tendría yo unos diez años cuando cayó en mis manos una revista donde se anunciaba una pastilla contra el insomnio. El anuncio mostraba una fotografía de una cama en penumbras y en ella un hombre con el torso desnudo me miraba con los ojos tristemente abiertos, mientras su mujer dormía plácida de espaldas a él.
Yo no sé qué me inspiraba aquella imagen, pero no podía dejar de mirarla. La guardé bajo toda mi ropa y cuando llegaba de clase, la miraba a hurtadillas como intentando desentrañar un misterio. Y cada vez la escondía más al fondo del armario, para intentar alejarla de mí, pero cuanto más la escondía, más intenso era el deseo de volver a contemplarla. Estuve atado a aquellos ojos muchos días hasta que un día se lo confesé a mi madre, que me aconsejó deshacerme de la revista para estar más libre. Le hice caso, sin pensarlo mucho, porque hay cosas que uno nunca haría si las piensa mucho.

Nunca me han dado un consejo tan bueno.

7 comentarios:

Fernando Moral dijo...

Mala cosa el insomnio. Mala de verdad, sin matices.

Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Fernando, nunca lo he padecido, pero tal como lo pintas, me da miedo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

la cantidad de cosas que se me ocurren con esa imagen que tan bien describes, y dsde luego ninguna relacionada con el insomnio. será porque estuve en Francia estos días pero "imaginación al podr", es broma. de momento estoy cuerdo, un abrazo

Anónimo dijo...

Como a Menalcas, a mí tampoco me evoca la triste mirada que ralatas insomnio alguno, más bien las posibles causas del mismo.

Al pobre hombre le hubiera hecho buena falta también el sabio consejo de tu madre para dormir a pierna suelta. Claro, acompañado de tu decisión de no pensarlo mucho...

Un saludo ;)

Jesús Cotta Lobato dijo...

Menalcas, todo lo que se te ocurra irá seguro bien encaminado, si te lo ha sugerido Francia.

Benedetina, lástima que ahora no siga tan bien como antes los buenos consejos de la gente. Entonces ahora dormiría a pierna suelta, como dices.

Anónimo dijo...

Un consejo parecido me dieron con unos papeles que me hacían la vida imposible pero no podía dejar de leer. Los metí en una maleta en un altillo y allí se quedaron para siempre jamas. Hay una infancia tonta que no acaba nunca.
Lolo

Jesús Cotta Lobato dijo...

Lolo, me temo que de esa infancia tonta no he salido todavía. Y más metido en ella estaría si no fuera porque me dieron buenos consejos.