miércoles, 1 de octubre de 2008

Funcionarios

El otro día se me ocurrió decir algo que ni siquiera tenía pensado del todo y se armó un revuelo en la concurrencia. Dije que no debía haber funcionarios. Yo, que lo dije, y mis contertulios éramos todos funcionarios. Me dijeron de todo: insolidario, insensato, reaccionario, idealista, ácrata, amigo de ricos... Mis argumentos eran que los funcionarios teníamos seguridad laboral a costa de la inseguridad laboral de los que no lo eran y para colmo ese privilegio lo mantenía el Estado para unos pocos y que como no era posible convertirnos a todos en funcionarios como en los Estados comunistas porque había sido un estruendoso fracaso, lo mejor era eliminar los funcionarios de un plumazo. ¿Por qué un profesor de filosofía como yo debía tener un sueldo hasta el final de sus días y no lo perdía ni aunque matase a un alumno, mientras que un charcutero o un albañil tienen que pagar con sus impuestos mi seguridad laboral usque ad mortem? ¿Por qué teníamos más derecho a bajas maternales y por enfermedad y a médicos especiales? O todos moros o todos cristianos. La verdad es que cuando escribo esto, más me convenzo y no entiendo cómo, incluso los que no son funcionarios, se escandalizan. Lo importante no es que los servicios que el Estado ofrece los administren los funcionarios, sino que esos servicios existan y sean efectivos estén en las manos de quienes estén. ¿Quién ha dicho que los funcionarios damos mejores clases que los que no lo son? ¿Por qué un ujier o un jardinero o un cuidador de faros o un guardia forestal tienen que ser funcionarios?
No hay quien nos meta mano a los funcionarios porque paralizaríamos el país con nuestras huelgas y retiraríamos el voto al partido que se atreviera. Pero he oído decir (y que alguno me lo desmienta si me equivoco) que en Japón hay una décima parte de los funcionarios que aquí sufrimos y para una población tres veces superior a la nuestra. ¿Funciona peor Japón por eso?

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