viernes, 31 de octubre de 2008

Yoga

Yo asistí a clases de yoga con mi amiga Inés Martín durante casi un año. Nuestro profesor era tocayo mío y transmitía una serenidad que yo no conseguiría ni con una sobredosis de valium. Todo él era un parsimonioso árbol. Incluso para recolocarse los testículos después de algún ejercicio con contorsiones, era elegante y ceremonioso. Al final de cada sesión de ejercicios, nos tumbábamos en el tatami y él, con una voz de pájaros orientales, nos invitaba a sentir cada una de las partes de nuestro cuerpo, desde la punta del pie a la coronilla, con una lentitud que al principio me parecía exasperante, pero a la que le acabé tomando el gusto, y tan experto me hice en dejarme hipnotizar por su voz, que al final del repaso mental de mi cuerpo, acababa medio dormido.
Jesús me preguntaba si me tranquilizaban mis clases y yo le decía que sí, pero mis nervios lo desmentían.A mis veinticinco años yo era mucho más nervioso que ahora. Lo que no conseguí con el yoga, lo ha conseguido la edad. Aun así, sigo siendo nervioso. En el instituto de Pilas me llamaban los alumnos el bólido, por la velocidad que yo cogía en los pasillos.

jueves, 30 de octubre de 2008

Fantasía y ciencia ficción


Me pregunto por qué en España la ciencia ficción y el género fantástico no suelen tener éxito ni lectores. Será verdad eso de que los españoles somos en general realistas y no nos gusta la fantasía ni la evasión. Dicen que desde la obra magnífica de Cervantes, la literatura fantástica española, que consistía en novelas de caballería, feneció. Por fortuna los jóvenes están invirtiendo la tendencia y cada vez más apuestan por la ciencia ficción y la fantasía. A mí siempre me ha gustado ese tipo de literatura. Yo me lo he pasado muchísimo mejor con Tolkien que con la Regenta y Rojo y negro juntos. Ya sé que no se pueden comparar, pero lo que sí se puede comparar es el grado de gusto que uno sintió al leerlos.
A Tolkien lo acusaron en cierta ocasión de hacer literatura de evasión y él respondió que los únicos que están contra la evasión son los carceleros. A mí me encanta la evasión. Lo que odio es el realismo. Realismo ya tengo bastante en la vida diaria. Cuando yo leo, no quiero más de lo mismo, sino entrar en otro mundo. Jamás leería yo un libro contando las cuitas de un profesor en una clase problemática o los problemas de un ama de casa para pagar el recibo de la luz y la hipoteca, a no ser que todo eso viniera aliñado con alienígenas o con sectas satánicas.

miércoles, 29 de octubre de 2008

La tontada esa de ser auténtico

En cierto programa de televisión la estrella de la noche era una española de poca valía artística cuyo único mérito era haber enseñado las tetas a toda España cuando España estaba ansiosa de tetas. Entonces los contertulios dijeron de ella lo menos cuatro veces que era una mujer muy auténtica, que había luchado en lo que creía y que no era hipócrita sino que se mostraba tal cual era. Como no podían decir de ella que era gran artista ni innovadora ni especialmente bella ni culta ni inteligente, decían de ella que era auténtica, algo que se puede decir de cualquiera, porque, total, siendo uno como es, ya es autentiquísimo. Lo que no me explico es cómo un concepto tan vacuo puede tener tanto éxito. ¿Será que somos unos vacuos?

martes, 28 de octubre de 2008

Moral del circo y moral de la plaza


Los antiguos romanos disfrutaban en el circo porque, en la arena, la vida de un hombre valía tanto como la de un animal. En una sociedad esclavista como aquella, se sacrificaban animales y hombres en aras del espectáculo y el arte. Ésta es la moral del circo: la vida humana no es más digna que la del animal. Y es esa moral la que les permitía encontrar en la muerte ajena más belleza que sufrimiento.
El cristianismo introdujo el concepto de dignidad humana y repudió las luchas de gladiadores, pero no el pugilato ni la lucha ni el toreo. En los dos primeros el hombre no muere y en el segundo el hombre se enfrenta al animal, no al hombre. Ésta es la moral de la plaza. Y ésta es la moral que permite encontrar en la corrida más belleza que sufrimiento.
La moral del circo frente a la moral de la plaza. El igualitarismo chato de todas las vidas frente a la dignidad irrenunciable de la vida humana.
Cuando oigo a ciertas personas igualar el valor de la vida humana y la de cualquier animal, me acuerdo de la moral del circo: esa moral no es un progreso, sino un retroceso. El progreso definitivo fue elevar a la categoría de digna e intocable la vida humana. La moral pseudoecologista que sitúa en el mismo plano la vida humana y la de los demás animales es la nueva versión de la moral del circo y es más perversa ahora que antes, porque los romanos nunca llegaron a afirmar, como ahora, que la muerte de los gladiadores es legítima por voluntaria, y la de los animales no, por involuntaria.

lunes, 27 de octubre de 2008

Plural sevillano

Me he dado cuenta de que en Sevilla, en algunos contextos, el plural no se hace añadiendo una ese al final de la palabra, sino al principio. Ocurre con la palabra "todos". Como la h se suele aspirar y la d se suele comer, el plural debería ser "toh", pero esa aspiración final es difícil. Así que lo que suele ocurrir es lo siguiente:
"El profe noh ha suhpendío ah tó".
Plural adelantado podríamos llamarlo.

Firme propósito

Hoy lo veo claro. No más gustirrinines para el cuerpo. En vez de cerveza, agua pura. En vez de tapitas, verduras amargas. En vez de siestas, flexiones. En vez de baños calientes, ducha fría. En vez de trasnochar, dormir ocho horas. En vez de cigarrillos, menta poleo. Y cuando el cuerpo se me convierta en pura luz, me atiborraré de morcilla para bajar de nuevo a la tierra y no decir más tonterías.

domingo, 26 de octubre de 2008

Las estrellas


A vosotras, aurigas de la noche,
las admirables, el simpar rebaño,
ciegas de luz, ajenas a la hierba,
hoy os tengo cautivas en el agua.
La brisa riza vuestro noble curso
y el toro de la vida y de la muerte
os podría beber sin más de un sorbo.
¿Quién no os quiere engarzar en un anillo?
¿Qué dirá de vosotras un jilguero
que no pueda cazaros con el pico?
¿Y quién no fue feliz en el engaño
de tener al alcance de los dedos
la más indiferente lejanía?

sábado, 25 de octubre de 2008

Máximas entre tres

Como seis ojos ven mejor que cuatro, añado las últimas máximas de Juanma.

1. Cuantos más brazos tiene la política, menos brazos tiene la ética.
2. Cuando el Estado se encarga de todo, nadie hace nada por nadie.
3. A menos moral, más leyes.
4. A más leyes, más policía.
5. A más policía, menos seguridad.
6. A menos seguridad, menos libertad.
7. A menos libertad, menos amor.
8. A menos amor, menos humanidad.
9. A menos humanidad, más animalidad.
10. A más animalidad, más cerca queda el principio.

Gracias, Enrique. Gracias, Juanma.

Máximas entre dos

Como cuatro ojos ven mejor que dos, reformulo las dos últimas máximas siguiendo el comentario de mi compañero Baltanás y añado una séptima que es suya y que me parece el mejor colofón. Por cierto, que sería una buena idea elaborar un libro de máximas de varios autores.
Quedaría, pues, así:

1. Cuantos más brazos tiene la política, menos brazos tiene la ética.
2. Cuando el Estado se encarga de todo, nadie hace nada por nadie.
3. A menos moral, más leyes.
4. A más leyes, más policía.
5. A más policía, menos seguridad.
6. A menos seguridad, menos libertad.
7. A menos libertad, menos amor.

Gracias, Enrique.

Unas cuantas máximas

1. Cuantos más brazos tiene la política, menos brazos tiene la ética.
2. Cuando el Estado se encarga de todo, nadie hace nada por nadie.
3. A menos moral, más leyes.
4. A más leyes, más policías.
5. A más policías, menos libertad.
6. A menos libertad, menos humanidad.

viernes, 24 de octubre de 2008

La España negra


Sé de un pueblo bien feúcho que lo único bonito que tiene es la iglesia, alta y antigua en el centro del pueblo. La quemaron en la guerra civil y aún sigue en pie. El pueblo sigue siendo, tontamente, feo y anticlerical: si al cura lo caparon y le metieron los testículos en la boca, fue por su culpa, porque estaba muy gordo. Y al sacristán lo empalaron por ser sacristán. Dos razones muy convincentes, ¿no les parece?
España está llena de pueblos feos con iglesias bonitas por fuera y quemadas por dentro.

jueves, 23 de octubre de 2008

Coquinas


A mí me encantan las coquinas porque son coquinas. Si la coquina se presentase en filetes, de manera que un filete equivaliera a doscientas coquinas, me resultaría un plato tan repulsivo como unas pipas de girasol que en vez de tener pipas tuvieran fragmentitos de entrecotte en su punto. El envase natural del alimento desempeña un papel importantísimo en nuestros gustos culinarios. Comerse un pollo en lonchitas envueltas en plástico es menos sabroso que ir al corral, degollar al pollo, cocinarlo al horno y trincharlo para la familia.
Yo he transigido con el pollo en lonchas, pero con las coquinas jamás transigiré, lo juro por Zeus.

miércoles, 22 de octubre de 2008

A los perros, con cariño

En cada familia hay un tema recurrente. Uno de los que ha habido siempre en la mía es la tirria que les tenemos a los que prefieren los animales a las personas, las tías solteronas que pasean a su perrito en brazos pero que no se gastan ni un céntimo en golosinas para sus sobrinos, esas personas que, cuando el perro le muerde al niño, le echan la culpa al niño, no al perro, los que exigen que tratemos a su mascota como si fuera su hijo, los que no dan dinero a Caritas pero compran paté de cerdo ibérico para su gatito. No les tenemos tirria a los perros, sino a ese tipo de dueños de perros.
Conocían mis padres a un matrimonio italiano con cuatro o cinco perros. Estos italianos se espantaban viendo a mi madre con siete churumbeles, y decía: “A mí es que los niños no me gustan. Cuatro veces he tenido que abortar. Sin embargo, los perros me encantan”. En efecto, yo también prefiero los perros a señoras como ésa.
En general, los dueños de perros son conscientes de que los perros son perros, pero algunos dueños pierden el norte, como esa millonaria americana que proclamó heredero a su chucho. Yo creo que al perrito habría que comprarle comida barata y caducada y entregar la herencia a los pobres.
Si al menos fueran caballos o dragones, pero son perros.

lunes, 20 de octubre de 2008

Lista de propósitos

¿Qué cosas puedo cambiar de mí y cuáles no? Desde que tengo trece añitos, he ido apuntando en agendas, libretas y servilletas de bar propósitos de enmienda, que iban desde dejar de fumar a leerme Las mil y una noches. Me enternece la ilusión con que escribía yo todos esos propósitos que quedaban casi siempre sin cumplir y que, si los cumplía, han pasado sin pena ni gloria en mi recuerdo, pues ¿acaso ha sido gran cosa leerme Las mil y una noches?
Las listas de propósitos se han ido haciendo con los años cada vez menos ambiciosas y aun así la mayoría de ellos acaban sin cumplirse. Me temo que, cuando tenga ochenta años, en mi libreta de propósitos sólo figurará uno: seguir vivo y no dar demasiado por saco.
A veces la ilusión del cambio dura meses. Me paso varios meses con fuerzas para sacarlo todo adelante, para escribir y ser buen padre, buen profesor, buen hijo, buen amigo, buen vecino y, de pronto, cataplón, la fuerza que me sostenía desaparece como por encanto y entonces me dejo llevar por la inercia, hasta que llega un viento propicio y empuja la barquilla hasta una caleta y allí descanso un poco y reviso mi lista de propósitos: las cosas han cambiado demasiado y hay que cambiarlos por tanto.
Yo no sé qué haría sin mis listas de propósitos. Para mí sería como ir en medio del océano sin brújula. Hoy voy a hacerme una nueva lista.

domingo, 19 de octubre de 2008

La leyenda negra


He leído La leyenda negra, de Phiip. W. Powell, de un escritor norteamericano, profesor de historia española en no sé qué universidad y que trabajó para la CIA para los asuntos con Hispanoamérica. La tesis del autor es que sobre España pesa la leyenda negra como una losa invisible que ningunea y desprecia sus logros históricos. Un sinfín de prejuicios y desprecios acompaña a todas sus hazañas. Esa leyenda es muy difícil de desmontar porque no está ceñida, como en el caso de los nazis de Alemania, a un nombre concreto, a unos años determinados, o como en el caso de Turquía, a un genocidio concreto, sino que es un prejuicio general sobre toda su historia. En los manuales de historia universal del mundo entero se suele prestar más atención a la independencia de Holanda que a la conquista española de América, que se suele ventilar con dos o tres prejuicios antiespañoles que dejan en muy buen lugar a ingleses, franceses y holandeses.
España ha ganado en la historia casi todas las batallas, pero ha perdido la de la propaganda definitivamente. La tesis del autor es que a Estados Unidos le está pasando lo mismo. Un antiamericanismo cada vez más extendido y feroz impide cada vez más, como una telaraña inmensa, comprender lo beneficioso que resulta para el mundo el predominio de Estados Unidos. Igual que nadie nos ha agradecido a los españoles Lepanto, ya casi nadie agradece a Estados Unidos el haber derrotado a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Y lo peor de todo es que los norteamericanos, como hoy los españoles, se están contagiando del antiamericanismo irracional que sólo les muestra sus defectos, pero no sus virtudes. Y eso sí que no hay manera de arreglarlo.
No sé en el caso de Estados Unidos, pero sé que los españoles tenemos lo que nos merecemos. Despreciar nuestra historia es como despreciar a nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Eso no nos hace mejores, sólo más estúpidos y más malos que nuestros padres, abuelos y bisabuelos, que no despreciaron a los suyos.

sábado, 18 de octubre de 2008

De pifias y best sellers

Como tuvo cierto éxito en su día, copio aquí un artículo que me encargó la revista Mercurio, cuando aún era lo que era.

De pifias y best sellers
En cierto mapamundi soviético que he tenido en mis manos, las ciudades más importantes de España son Madrid y Archidona. Se ve que al soviético de turno le encargaron señalar en cada país el nombre de la capital y, si cabía, otro más. Y en cierta enciclopedia griega reciente, traducida del inglés, el lema sobre España asegura que Iglesia y Guardia Civil ejercen un poder omnímodo sobre la población. Ilustra esta idea la foto de una multitudinaria procesión con algún que otro tricornio. Y es que la realidad es tan rica en matices, que el prejuicioso siempre encuentra uno que corrobore sus prejuicios. Uno se pregunta si el autor de ese lema tenía en mente la España real o más bien una nebulosa de inquisidores y poetas asesinados en la Guerra Civil y si podría uno fiarse de lemas como Ghana o Lesotho.
Antes de situar en París un buque con armas atómicas, los escritores normales que nunca hayan pisado Francia indagan primero si el Sena pasa por París y si es o no navegable. Eso como mínimo. Pero otros escritores prefieren, si acaso, las fuentes del mapamundi soviético y la enciclopedia griega. Es el caso de Dan Clown y de Paula Pajarova, que arrasan literalmente las librerías gracias a la siguiente fórmula: sociedad secreta, objeto sagrado y revelación de una conspiración universal.
El Cipo de Archidona de Pajarova se ambienta en este próspero pueblo malagueño. En la plaza consistorial se yergue un tremebundo cipo de piedra, atestiguado, según Pajarova, en el Maritimum de Plinio, que nunca escribió ningún Maritimum. El Cipo mide exactamente lo mismito que los metros cuadrados de la pirámide de Keops dividido por la raíz cuadrada del número de ladrillos del Templo de Salomón multiplicado por el número pi. Vamos, que es un Cipo muy telúrico. En las catacumbas del pueblo, de época inquisitorial, se congregan los Custodios del Cipo, todos albinos y descendientes de Judas y de la mujer de Poncio Pilato por línea directa. Unos agentes del Opus los persiguen, porque los Custodios poseen un manuscrito del mismísimo Cristo explicando que Judas era muy buena gente y que Cristo no era Cristo, sino su cuñado, con lo cual a la Iglesia se le va a desmontar el tinglado.
Los archidoneses le preguntan a la autora de qué Archidona habla y están hartos de explicar a los turistas que allí no hay cipos ni catacumbas y que bastante tuvieron ya con Cela. Pero los turistas siguen creyendo en señora tan documentadísima y leída más que en los archidoneses.
En El código Tartessos y los cruzados mágicos, Pajarova nos remite al mito platónico de la Atlántida, donde, según sus investigaciones, había muchos gatos egipcios. Total, que de ahí deduce que la Atlántida es el Cabo de Gata. La Almería de Pajarova tiene dunas, oasis, simún e incluso nómadas gitanos con alteraciones genéticas un tanto felinas debido a las bombas atómicas de la playa de Palomares. Estos nómadas son, en realidad, los Atlantes y su advenimiento ya se anuncia en un texto sánscrito al que la Pajarova ha tenido acceso. Los Atlantes abducen a Carmen, pasional bailaora descendiente de Zoroastro y guardiana de la reliquia de la Santa Suela que calzó el divino Judas. Y, en unas escenas bastante marcianas, quieren engendrar en ella una raza cruzada de superdotados, pero aquí entran en conflicto con los Custodios. Éstos reaparecen para disputarles la supremacía con todo el poder de su Cipo y, durante unas escaramuzas en el puerto del Guadalquivir a su paso por Jaén, donde por lo visto el Guadalquivir ya es navegable, les arrebatan la reliquia de la Santa Suela y engendran en Carmen la progenie de los cruzados mágicos, que están comenzando a poblar la faz de la tierra sin que nos demos cuenta.
Por el mismo flanco nos ataca Dan Clown con su monumental Las siete gemas. Una orden clandestina de templarios busca por todo el mundo las siete gemas perdidas del santo Grial para instaurar un nuevo orden. En el capítulo 516, ambientado en Granada, los granadinos se jactan aún de haber dado muerte a Lorca, mientras cazan venados en Sierra Nevada, en cuyas cumbres se yergue la Alhambra. Y en el 888, las torres de la Mezquita de Medina Azahara (¿?) se reflejan en las aguas del Guadalquivir, donde los niños juegan a ser Santiago Matamoros. En el 999 los gaditanos salen mejor parados que los sevillanos, pues mientras que éstos se flagelan las espaldas y se mesan las barbas tras la imagen de un crucificado, aquéllos son bisexuales de humor muy fino y tradición liberal. Clown sitúa en una isla sevillana el Rocío y una de las siete gemas en la corona de la Virgen (en realidad, trasunto de la Astarté fenicia). A los pies de ese ídolo el fanatismo acumula toneladas de oro y, para la mentalidad avanzada de Clown, eso contrasta con los arrabales de chabolas donde se hacinan niños harapientos que la policía corrupta asesina mientras las autoridades y la Virgen hacen la vista gorda.
Dan Brown supera con mucho en ventas y trolas a estos dos imaginarios colegas suyos. ¿Quién le ha informado de que el ayuntamiento de Sevilla está en la Plaza de España? ¿A qué Giralda subió él o qué estadística de turistas accidentados ha consultado cuando afirma que subir a la Giralda es literalmente jugarse la vida? ¿En qué hospital español ha visto él que se desangran sin atención médica los pacientes?
Un buen escritor es capaz de gustar a tanta gente como Dan Brown y, encima, ambientar dignamente una obra en un lugar que no conoce, porque suple con buena imaginación y mejor literatura la, hasta hace poco, difícil documentación. Por eso, Shakespeare no puso viquingos en Dinamarca ni Calderón eslavos crueles en Polonia y, aunque la Dinamarca y la Polonia de uno y otro poco tuvieran que ver con las reales, ni daneses ni polacos se sienten insultados, sino honrados con esas recreaciones literarias de sus países. Pero Brown escribe tres líneas acerca del Louvre y mete la pata hasta el corvejón. Así que ni hace recreación literaria ni novela histórica, sino trampa. Desde luego, Schliemann no habría encontrado Troya si Dan Brown hubiese compuesto la Ilíada ni, menos mal, esa Ilíada habría perdurado hasta nosotros, por mucho furor que causara en su época.
El ayuntamiento de Sevilla lo ha querido arreglar todo invitándolo gentilmente a la ciudad para que compruebe que Sevilla no es como él la deforma en su recién llegada Fortaleza digital. Pero Dan Brown asegura haber vivido en Sevilla un año entero que, según veo, no le ha servido de nada, porque las orejeras de sus prejuicios sólo le mostraron lo que él quería ver. Como aquí no amenazamos de muerte a los escritores, podría ser que Dan se dignase volver, pero si del hecho, no sé si real o inventado, de que los policías españoles fuman cínicamente ducados delante del cartel de no fumar dedujo que son corruptos, ahora es capaz de deducir, en cuanto vea la procesión y el botellón, que los españoles, fanáticos y sucios, siguen anclados en un medievalismo de penitencias y carnavales. Hoy es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, que diría Einstein, porque el prejuicio mezcla verdades y medias mentiras de un modo resultón y perenne.
Desde la Carmen de Mérimée, estamos habituados a los tópicos sobre España, que, como Transilvania, es una zona tenebrosa de la literatura donde todo es posible. Como los tópicos son más molestos que peligrosos, Dan Brown, como mucho, contaminará con ellos a millones de lectores que ya eran carne de contaminación. Pero Dan Brown no sólo topiquea, sino que salpica a medio mundo con unos datos erróneos que, en autor tan leído, son, más que una ofensa a los orgullos patrios, una ofensa a la verdad que él dice poseer. Y cuando, de Westminster a la Giralda, se los corrige la multitud universal de los afectados y, altanero entre sus incondicionales, él replica que lo escrito escrito está y, además, muy bien contrastado, tales errores se convierten en mentiras. Y si, para colmo, tiene veinticinco millones de lectores de esas mentiras que luego el cine amplifica para otros tantos en esta época que, como dice Eco, ha pasado de la religión a la superstición, hay motivos en el mundo entero para asustarse de las consecuencias que nos acarrearían sus mentiras si le diera por decir que en tal sitio devoran a niños crucificados en orgías caníbales y que en tal otro dan caramelos envenenados a los hijos de los inmigrantes, y que todo eso lo sabe él de muy buena tinta.
El acto de comprarse un libro supone en el lector veneración a la autoridad del autor y en el autor veneración a la inteligencia de sus lectores. Hay una buena fe mutua. El lector se fía más de un libro que de los comentarios de un vecino, porque verba volant, pero scripta manent. Si un libro que lee todo el mundo afirma que el Pisuerga no pasa por Valladolid, será porque, en efecto, no pasa. El lector cree que el autor, a la altura de su oficio y de su fama, no está haciendo como ciertas películas americanas que, por exigencias del guión, sacan una escena de una ciudad mejicana donde las mujeres bailan flamenco con poncho y un caracolillo a lo Estrellita Castro en la frente.
Si Brown, Clown y Pajarova escribiesen literatura fantástica, se les podría perdonar ser malos escritores, porque eso no lo pueden evitar, pero como aseguran escribir novela histórica y documental, no se les puede perdonar que mientan, porque eso sí que lo pueden evitar. Con quince minutos más de trabajo, la Pajarova podría haberse enterado de que en Archidona no hay cipos ni catacumbas y podría haber escrito, como tantos autores, un best seller de poca calidad y de mucho prejuicio, pero al menos sin errores ceporros. Pero es que a ella, aunque tenga millones de lectores, le importan un rábano cosas tan insignificantes como la verdad y Archidona.

Cómo demonios comerse un caqui


No hay manera digna de comerse un caqui. De veras que lo he intentado. Con cuchillo y tenedor es imposible: la pulpa se desparrama como una mermelada en el plato y no se va a poner uno a relamerla. Con cuchara es más difícil todavía, porque como no hay cuencos para caquis, el cuenco acaba siendo la palma de la mano, donde el caqui acaba chorreando por más esmero que uno ponga. Una amiga me enseñó a comerlo mediante el método de succión aséptica. Consiste en quitarle el tallito al caqui, meter allí la boca y chupar hasta dejarlo seco, como si uno fuera un ave nectarínida. Es antiestético, pero uno no se mancha. Eso sí, no puede uno rebanar la pulpa que se queda adherida a la piel del caqui. En realidad, la única manera de aprovechar todo el caqui es hozar en él. Por eso, no recomiendo pedirlo en una pedida de mano o en una comida de trabajo.

viernes, 17 de octubre de 2008

Pipiolo cuarentón

A mis cuarenta años aún tengo la mentalidad de un pipiolo. Me di cuenta hablando una vez con la madre de mi amigo Felipe, a quien envío desde aquí un abrazo. Yo había dejado de fumar y les aseguré que fumaría con sesenta años, cuando ya me diera igual la salud. Entonces la madre de mi amigo me dijo: “¡Qué va, joven! Cuando tengas sesenta años estarás más preocupado por la salud que ahora y dirás cosas como “Voy a cerrar esta ventana, que parece que entra fresco y me voy a resfriar”.
La madre de mi amigo, con toda delicadeza, naturalidad y sensatez, me enseñó varias cosas que no he encontrado en ningún libro:

1. Nunca nos da igual la salud.
2. A los sesenta años tendré tantas ganas de vivir como ahora o más incluso. Si valoro la salud a los cuarenta, ¿por qué no iba a valorarla a los sesenta?
3. Despreciar a mis cuarenta años los sesenta que me esperan es propio de adolescentes que creen que nunca llegarán a esa edad. Todos somos en el fondo el viejo que llegaremos a ser. Despreciar la vejez es despreciar la juventud.

Y más cosas.
Gracias, señora.

jueves, 16 de octubre de 2008

Matar un ruiseñor

Durante la historia, no todos los homo sapiens eran considerados personas. Por ejemplo, en las sociedades esclavistas los esclavos eran posesiones de una persona. En latín, de hecho, “esclavo” y “prostituta” son las únicas palabras de género neutro referidas a personas: “mancipium” y “scortum”. Las demás palabras referidas a personas eran de género masculino o femenino. Esto significa que adjudicamos la categoría de persona sólo a las personas a las que queremos proteger. Y como Occidente no quiere proteger al feto, no lo considera persona, igual que los romanos no reconocían como persona al recién nacido si el padre no lo reconocía alzándolo en sus brazos.
Polonia, aunque despenaliza el aborto con una legislación similar a la española, es el país europeo con menos abortos diarios. Quizá sea porque fueron los nazis los primeros que allí lo legalizaron, con el fin de controlar la población eslava, que consideraban inferior. Ahora ha llegado a España un barco holandés dispuesto a matar gratis bebés españoles. Cierta actriz y sus amigos lo van a celebrar con una fiesta allí en el puerto. Ni Calígula fue tan canalla. Me pregunto quién financia ese barco y con qué intereses. Ponemos el grito en el cielo por la manera de tratar a las niñas en muchos países. Aquí las matamos antes de que nazcan y nadie dice nada.
Hitler ha muerto, pero el nazismo no.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Felicidades a todas las Teresas

en el día de santa Teresa de Jesús. Me han dicho que en el metro de Madrid han puesto hoy textos de ella y de Juan Benet. Yo, por mi parte, también pongo un texto de ella donde ella, a su manera, arremete contra esa manía de los confesores de atribuir todo lo raro al demonio.

“Una higa para todos los demonios, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: ¡demonio!, ¡demonio!, adonde podemos decir: ¡Dios!, ¡Dios!, y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. ¿Qué es esto? Es, sin duda, que tengo ya más miedo a los que por tan grande tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estos otros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto de cómo lo he podido sufrir”.

Mi primer encuentro con la muerte

Mi primer contacto con la muerte fue dulce. Tenía yo unos cuatro años y vivía en Cártama. Una familia le había pedido a mi padre permiso para velar el cadáver de su hija en mi casa, que era grande y podía acoger a todos sus deudos. La difunta era una muchacha que se había ahogado en el Guadalhorce. La recuerdo tumbada y bien vestida, blanca y bella como la porcelana, de rostro sereno y puro. Su madre lloraba y le ponía unos calcetines blancos. Allí lloraba mucha gente, pero yo sólo tenía ojos para aquella muchacha que a mí me parecía dormida. Luego me sacaron de allí, pero, de tarde en tarde y sin querer, sigo allí dentro, llorando un poco por esa muchacha. Que Dios la tenga en su gloria.

martes, 14 de octubre de 2008

Teresa, mon amour

Me han sacado en agencia EFE, amigos, a propósito de Teresa, mon amour.
http://monoazuleditora.blogspot.com/2008/10/antlogo-dice-que-teresa-de-jess-es-una.html

Propuesta lingüística

Sería interesante que en español fuera un hecho gramatical relevante añadir una p al final de algunas palabras cuando uno quiere hablar con la intención de hacerse el gracioso o de ser cortante. Por ejemplo:
-Me gustaría muchop que vinieras a mi casap.
-Valep.

Si queremos ser cariñosos, podemos utilizar mucho la i.
-Ti amo muchi, cariñi míi.

Y si queremos ser contundentes, la o:
-Yo te quiero mocho, corozón.

Ya hemos escapado de la tiranía de la moral convencional y del rol sexual impuesto por una cultura patriarcal. ¿Por qué seguir, pues, sometido a un lenguaje impuesto que yo no he decidido?

lunes, 13 de octubre de 2008

Tópico sobre el amor


“Cuando lo vi montar en su vespa, con su camiseta ceñida y esos ojazos negros, me di cuenta de que aquél era mi hombre. Fue un flechazo en toda regla”.

Los flechazos son menos frecuentes de lo que el cine nos hace creer. Suele ser la memoria la que idealiza ciertos momentos y olvida que por aquellos días experimentamos sensaciones muy similares por otros hombres en moto, pero como al final no fueron el nuestro, la memoria los olvida y les niega la categoría de flechazo. Por lo demás, si los flechazos fueran tan fulminantes y ajenos a nuestra voluntad como la gente asegura que fueron, sería una desgracia para nosotros tener que enamorarnos de un mamarracho o de una mala pécora sólo porque así lo determinó la fuerza cósmica del flechazo. El flechazo tiene mucho de mito y predestinación y poco de azar y de gusto personal, que son los que en verdad provocan que, de entre todas las personas que conocemos, unas nos hagan más tilín que otras. Sólo cuando, con el trato y el paso del tiempo, ese tilín se convierte en tolón, nos parece que el tilín fue en un pasado mítico un sonoro y súbito tolón, o sea, un flechazo de ammoorr con el ñigoñigo de los violines como fondo.

domingo, 12 de octubre de 2008

La Pilarica

De jovencito viajé varias veces al Valle de Ordesa y siempre pasábamos por el Pilar. Iba cargado de peticiones que la gente más dispar me encomendaba: pídele por tal persona, encomiéndale tal negocio, que no se te olvide aquello otro. Así que cuando yo me acercaba a besar el Pilar, dejaba junto con mi beso un rosario de piropos y plegarias. Hoy quisiera enviar a través de esta red mi beso a la Pilarica, en esa piedra desgastada por dos mil años de besos.
Aquí la tengo, junto al ordenata, una talla que me regaló un gran amigo mío maño y ateo, pero devoto de ella. La Virgen del Pilar es pequeña, pero tiene devotos grandes como el Ebro. Y en su día se descubren cosas grandes, como América, y en su nombre se ganan batallas como la de Lepanto. Así que preparaos.
Como dice el Akathistos

¡A la invicta estratega
el himno de victoria!


Estrellas, mar y fuego

De todo se cansa uno: de sus vicios, de sus aficiones, de sus libros, de su cuerpo, de su comida favorita, incluso de la música, pero de contemplar las estrellas, el mar y el fuego jamás se cansa uno. Al menos yo no me canso. Las estrellas, porque me precedieron y me sucederán y me dan la medida exacta de mi pequeñez (no me caben en la cabeza) y de mi grandeza (puedo pensar en ellas, pero ellas no en mí). El mar, porque siempre está más bajo que yo, pero es mucho más profundo y porque me ofrece mejor que ningún otro paisaje la inmensidad del horizonte y porque calma y cura con sus olas y su fragancia azul. Y el fuego, porque danza impredecible y sinuoso y todo lo transforma y de él todo proviene y todo en él se convierte.
Al menos yo, cuando estoy frente al mar, frente a una chimenea o bajo el cielo en una terraza, no siento la necesidad de hacer mil cosas, como en mí es habitual, sino que, cuando quiero darme cuenta, llevo una hora allí sentado, con el corazón en un sitio, la cabeza en otro, y los sentidos en el mar, el fuego y las estrellas.

sábado, 11 de octubre de 2008

Placer y adicción

Yo soy adicto a tres cosas que empiezan por p: las playas, la poesía y el pitillo. Hoy voy a hablar del pitillo.
Por desgracia, lo asocio a lo bueno y a lo malo, a la compañía y a la soledad, al amor y al desamor. Me pregunto si el tabaco es un placer en sí mismo o si es un placer sólo porque es una adicción. Por ejemplo, darse un chapuzón en el agua fresca es un placer insuperable que no suele producir adicción. Pero si la produjese, ¿seguiría siendo un placer insuperable o nos acabaríamos hartando de tener que zambullirnos en pozas heladas, sea verano o invierno, haga sol o llueva, tengamos frío o calor? Es una pregunta que me hago constantemente. ¿El chocolate sin adicción sería tan bueno como el chocolate con adicción? ¿Estaría tan buena la cocacola y el café si no dependiésemos de ellos? ¿Llega un momento en que el placer de aliviar el mono supera al placer que la droga nos procura, con lo cual no compensa ser adicto a nada, ni al choco ni a la coca ni al pitillo, o más bien, el placer de aliviar el mono se suma al placer que la droga nos procura y entonces uno se hace doblemente adicto? Me temo que más bien ocurre lo segundo, no lo primero. Tengo cuarenta años y llevo la mitad de mi vida fumando. Si el tabaco es un placer, ya lo he gozado la mitad de mi vida. Si no lo es, si es tan sólo una adicción estúpida cuyo único placer consiste en aliviarme el mono, tengo otra mitad de vida para pasármela sin ese vicio. Pero para tomar esa decisión tengo que contestar a esas preguntas. A ver si encuentro las respuestas.

viernes, 10 de octubre de 2008

Cuestión de rima

Como la luna es muy poética, pero en español no hay muchas palabras que rimen con ella, se da el caso de que hay muchos poemas que la riman con cuna, fortuna y duna. La luna platea la cuna de mi niño o se refleja en las dunas. Es curioso que la rima contribuya a crear relaciones conceptuales entre palabras dispares.
También es muy habitual encontrar en un soneto el siguiente cuarteto de rimas: ola, caracola, arrebola y sola o tremola.
Lo que ya es más difícil es rimar de modo natural bruma y puma. Lo mejor en este caso es componerle un poema a un puma y entonces, zas, suelta uno la rima de la bruma, pero si uno está extasiado con la bruma y de pronto salta un puma, todos nos daremos cuenta de lo difícil que es rimar con bruma.
Leopoldo Lugones es un maestro en rimas desconcertantes. En un poema rima perfuman y Schumann.
Algún día alguien debería hacer una antología de sonetos que acaban con la palabra muerte. Sin querer, uno la rima con fuerte y con inerte. Un abrazo, amigos

miércoles, 8 de octubre de 2008

Cazando tópicos


Es un canalla, pero canta como los ángeles. Fue muy mala persona, pero es el mejor pintor de su tiempo.

Estos tópicos se suelen decir a veces de los genios con malas pulgas. En general, el tópico establece una relación causal entre su genialidad y sus malas pulgas. Pero yo me pregunto: ¿Rousseau habría escrito peores libros si no hubiese abandonado a sus hijos en un orfanato? ¿Juan Ramón Jiménez habría escrito peores poemas si hubiera sido menos narcisista? Supongamos que sí, que si los genios canallas no hubieran sido canallas, no habrían sido genios. En ese caso, yo habría preferido que el Guernica no existiese.

Gaudí era muy buena persona y un genio. Picasso otro genio, pero un canalla. Sin la Sagrada Familia el mundo sería más feo y con el Guernica el mundo no es más hermoso. Ya sé que esto es confundir al autor con su obra, pero ¿por qué no voy a tener esos prejuicios con los malos?

martes, 7 de octubre de 2008

Las palabras más bellas


En Virutas de taller de Miguel d’Ors (edit. Los papeles del sitio), encuentro una de las mejores reflexiones acerca de la belleza de las palabras. Y no me resisto a hablar aquí un poquillo de palabras hermosas en español y en otras lenguas.
No sé quién me dijo que un danés aprendió español sólo porque estaba encantado con la palabra melocotón. Mi hermano Daniel está encantado con alféizar. A mí esa palabra me parece una inversión de belleza demasiado grande para algo tan simple como ese rellanito que tienen algunas ventanas. Alféizar rescata al rellanito de su insignificancia.
¿Y qué me decís del italiano bambino o ragazza? A ABBA le encantaba Chiquitita. Y si el sirtaki hubiese tenido un nombre impronunciable y eslavo, no sería tan famoso.
Los nombres que se inventa Tolkien son todos un prodigio de elegancia y sonoridad. Lástima que se haya puesto de moda ponérselos a los perros.
Cinderella me motiva más que Cenicienta, pero donde esté el zaguán, que se quite el hall.
¿No es más agradable montar en un corcel que en un caballo?
Hay palabras y expresiones que me fascinan, pero que no hay manera de meter en algunos textos. Lástima. ¿A alguien se le ocurre cómo meter sin calzador en una novela de ciencia ficción cuán presto se va el placer?
En fin.

lunes, 6 de octubre de 2008

El dolor físico

El mayor dolor que yo he sentido en mi vida fue una noche que me tuvieron en el hospital sin un maldito gelocatil a la espera de que al alba me operasen la pierna. Una mujer me había atropellado con el coche y me había destrozado la pierna derecha. Fue una noche eterna. El infierno debe ser algo parecido: sin poder moverme, con el dolor concentrado en un lugar del cuerpo, un dolor que no me dejaba pensar en otra cosa. Lo único que me calmaba era provocarme otro dolor más fuerte, tirarme de todos los pelos, pero por más pelos que me arrancaba, nunca conseguía superar la intensidad del dolor que acaparaba todas mis neuronas. Yo no quería la curación, sino el fin del dolor. Si un enfermero me hubiese preguntado si quería poner fin a mi dolor con una inyección letal, habría gritado, implorado que por Dios me la metiesen en vena de una maldita vez. Menos mal que, por ahora, no han obligado a los médicos a ofrecer inyecciones letales a sus pacientes.

domingo, 5 de octubre de 2008

Marquesinas

Una tarde, al salir del trabajo, vi a una mujer muy empingorotada arrancando con saña y malas pulgas todos los anuncios que los estudiantes de empresariales y económicas cuelgan en las marquesinas. "Se busca chica para compartir habitación doble" y cosas por el estilo.
Se notaba que le molestaba en la transparencia del cristal tanto papel. Yyo me acordé de una frase de Chesterton:

"La justicia es más importante que la disciplina"

que yo traduzco así: Lo justo es que a todos nos dé un poco igual encontrar las marquesinas llenas de anuncios particulares, con tal de que la gente que está buscando piso o lavadora de segunda mano encuentre lo que busca. Si eso conlleva un poco de fealdad en las marquesinas, ¿qué más da? Las personas son más importantes que las marquesinas.

sábado, 4 de octubre de 2008

Poesía

No sé qué hacer con esta luz dorada
que has dejado en mis brazos.
Viene de las estrellas y los besos,
refulge en el abismo
y convierte mi cuerpo en ese pájaro
que te busca en los árboles.

¿Qué haré con el raudal de sol que eres
cuando tocas mi pecho?
¿En qué cáliz de flor puedo guardarte,
en qué alas de paloma,
si no hay versos de luna, fuentes altas,
gemas donde engarzarte?

viernes, 3 de octubre de 2008

Espíritus angélicos, con retraso de un día


Hay cosas que, de puro bonitas, son ciertas (y adviértase que no he dicho que deberían serlo, sino que lo son). Una de ellas son los ángeles. Yo les debo mucho. Me inculcaron esa devoción desde niño y, a pesar de los vaivenes de mi vida, a pesar de que muchas veces he alzado tontamente mi puño contra el cielo, ellos nunca me han abandonado. Sé, con la certeza que otorga la subjetividad más intransferible, que mi ángel me ha salvado de más de diez atropellamientos, me ha soplado la respuesta a preguntas difíciles y se adentra de noche en mis pesadillas para matar mis monstruos. A veces lo hace incluso de día, cuando estoy a punto de tirar la toalla. Si existen jerarquías en sus milicias, lo tendrán que ascender a centurión por sus servicios algún día.

Me llegó el otro día un correo acerca de una maestra anímica tibetana de nombre anglosajón que a cambio de dinero te ponía en contacto con tu espíritu guía. ¿Qué necesidad tengo yo de intermediarios? Un hombre es algo tan valioso, que tiene a su servicio a todo un espíritu angélico. No hacen falta para ello maestras anímicas. Basta con saberlo.

Gracias, Aloisius, por recordármelo.

jueves, 2 de octubre de 2008

Felicidades

Quiero felicitar a mi madre y a mi hermana, a mi amigo Antonio Barnés y a José Ángel Aguirre y a tantos otros. Hoy es un día grande para ellos.
También quiero felicitar a todos los Ángel, Ángeles, Ángela, Angélica, José Ángel, Angie, Ange, María Ángeles...

Amor al cuerpo

Me he dado cuenta de que soy un ingrato con mi cuerpo. Lo trato mal, como si él no fuera yo. No le doy bien de comer. Le meto alquitrán entre pecho y espalda. Me comporto como un platónico que aspira a las Ideas puras y eternas. Este cuerpo que con tanto amor hicieron mis padres una noche (o en pleno día, que eso no lo sé) merece que lo trate con respeto. Eso no significa darle masajitos ni placeres sofisticados. Eso significa más bien cuidarlo para que lo pueda gozar quien me ama, en parte donde nadie parecía. Eso significa no acostumbrarlo a la molicie ni a la fofez. El cuerpo es uno de los talentos y se me dio para que trabajara, para que hiciera el mundo más bello y más bueno, para llevar niños al hombro, para que el enfermo se apoye en mis brazos fuertes. Amar el cuerpo es sacarle músculo para la bondad y el amor, no para el espejo y la camiseta ajustada. Amar el cuerpo es castigarlo un poco para sacarle partido como a los buenos caballos: si no se les azota, no corren.
En fin, ésa es la teoría. La práctica es que los caballos me conducen donde ellos quieren, no donde quiero yo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Llanto y poesía

Casi nunca he llorado con la prosa, por muy lacrimógena que sea. Pero la poesía, cuando no es lacrimógena, sino sólo bella y pura, me emociona tanto como las tocatas de Bach. Sólo tres o cuatro poetas me han hecho llorar. Ya sé que esto del llanto no es ningún criterio literario, pero a mí me sirve. Y por eso quiero consignar aquí los nombres de dos poetas que me han hecho llorar de pura emoción. Con un hachazo de luz han abierto un manantial interior donde antes sólo había roca. Y son Pedro Sevilla, con su libro de poemas en la colección Paréntesis dirigida por Abel Feu; y Cuatro Estaciones (Adonais) de José Julio Cabanillas. Al primero no lo conozco, pero al segundo sí. Gracias a los dos.

Funcionarios

El otro día se me ocurrió decir algo que ni siquiera tenía pensado del todo y se armó un revuelo en la concurrencia. Dije que no debía haber funcionarios. Yo, que lo dije, y mis contertulios éramos todos funcionarios. Me dijeron de todo: insolidario, insensato, reaccionario, idealista, ácrata, amigo de ricos... Mis argumentos eran que los funcionarios teníamos seguridad laboral a costa de la inseguridad laboral de los que no lo eran y para colmo ese privilegio lo mantenía el Estado para unos pocos y que como no era posible convertirnos a todos en funcionarios como en los Estados comunistas porque había sido un estruendoso fracaso, lo mejor era eliminar los funcionarios de un plumazo. ¿Por qué un profesor de filosofía como yo debía tener un sueldo hasta el final de sus días y no lo perdía ni aunque matase a un alumno, mientras que un charcutero o un albañil tienen que pagar con sus impuestos mi seguridad laboral usque ad mortem? ¿Por qué teníamos más derecho a bajas maternales y por enfermedad y a médicos especiales? O todos moros o todos cristianos. La verdad es que cuando escribo esto, más me convenzo y no entiendo cómo, incluso los que no son funcionarios, se escandalizan. Lo importante no es que los servicios que el Estado ofrece los administren los funcionarios, sino que esos servicios existan y sean efectivos estén en las manos de quienes estén. ¿Quién ha dicho que los funcionarios damos mejores clases que los que no lo son? ¿Por qué un ujier o un jardinero o un cuidador de faros o un guardia forestal tienen que ser funcionarios?
No hay quien nos meta mano a los funcionarios porque paralizaríamos el país con nuestras huelgas y retiraríamos el voto al partido que se atreviera. Pero he oído decir (y que alguno me lo desmienta si me equivoco) que en Japón hay una décima parte de los funcionarios que aquí sufrimos y para una población tres veces superior a la nuestra. ¿Funciona peor Japón por eso?