jueves, 4 de septiembre de 2008

No hay defecto sin su virtud

No hay defecto que no tenga su consiguiente virtud: el hombre que es muy cariñoso con su mujer puede que lo sea también con su despampanante secretaria. Y aunque le ponga algún cuernecillo a su mujer, puede que la quiera más que un esposo fiel, pero arisco con su mujer y su secretaria. Esta afirmación de que en la virtud está el defecto y en el defecto la virtud se me confirma una vez y otra a medida que avanza mi alopecia. Pocas veces he encontrado personas cuyas virtudes, como generosidad, valentía, sinceridad, sean sólo virtudes, sin sombra de defecto. He visto gente sincera que no sabe serlo sin herir, gente generosa que arruina a la familia, gente cumplidora y eficiente pero con dificultades para soltarse el pelo y disfrutar espontáneamente de lo que encarte, gente espontánea y divertida que no sabe ser cumplidora y eficiente. No sé por qué el hombre es así, pero el caso es que así es. Yo, por ejemplo, soy muy hábil en clase poniendo todo tipo de comparaciones, imágenes, historias y metáforas para explicar lo más inexplicable y abstruso, pero a menudo me pierdo en mis ejemplos y los complico demasiado, porque me emociono con todo el partidazo que le puedo sacar a la metáfora que se me ha ocurrido para explicar, qué sé yo, la falacia ad populum o el imperativo categórico.
En cierta ocasión, me regañaron por hacer preguntas raras y a destiempo. Yo era de los que preguntaba a bocajarro y sin venir a cuento: ¿A ti qué te gusta más: China o Japón? ¿Qué es mejor: remontar un río o coronar una cumbre? Es algo que me viene de familia. Y como no hay defecto sin virtud, me he dado cuenta de que gracias a ese defecto me hago preguntas raras que a veces pueden resultar interesantes o reveladoras. Últimamente me ha dado por preguntarle a las mujeres: ¿Tú qué prefieres: que tu marido te ponga los cuernos sin que te des cuenta o que cometa un delito de estafa sin que nadie se dé cuenta? Hay que elegir entre un infiel o un estafador. Lamento decir que más de la mitad de las encuestadas prefiere un estafador fiel con ellas, pero no con los demás.

2 comentarios:

Yo misma dijo...

Virtudes y defectos hacen de esta vida mucho más interesante ¿no? Somos conscientes de nuestros defectos ( a veces grandísimos) y repartimos nuestras virtudes a diestro y siniestro, pero así somos más interesantes, teniendo más que ofrecer.Y a la pregunta de si qué prefiero infidelidad o estafa, creo que ninguna de las dos, porque ambas son engaños y no quiero en mi vida ningún embustero.
Saludos

Jesús Cotta Lobato dijo...

Sí, todo está entreverado y por eso es tan difícil y arriesgado juzgar a la gente.