martes, 17 de junio de 2008

Indoeuropedo

Hay actos corporales que no merecen palabra que los nombre. Por ejemplo, no hay una expresión específica para las bajadas y subidas de la nuez varonil en la garganta, ni para los movimientos que hacen algunos con su bíceps para que la chica despampanante que tienen ahí tatuada se mueva eróticamente. Los hablantes no los consideran actos lo demasiado relevantes como para darles nombre específico. Sin embargo, el pedo tiene nombre en todas las lenguas, porque es un acto relevante.
En indoeuropeo la raíz es al parecer "pezd". En latín dio pedo y en griego περδομαι (pérdomai, en voz media reflexiva). No conozco el sánscrito y el germánico antiguo para poder contrastarlo. Aristófanes se inventa incluso un verbo: ανταποπερδομαι (ant-apo-pérdomai: responder a un pedo con otro).
Disculpad que hoy esté tan escatológico, pero me libera mucho a veces hablar de lo que a todo el mundo le da asco o vergüenza. Me parece una cura de humildad y de humanidad saber que los antiguos europeos eran como nosotros y hacían lo mismo que nosotros.
Si los seres humanos no realizasen ese acto tan gaseoso, serían mucho más soberbios, se creerían ángeles, despreciarían la tierra, donde todo se pudre y huele mal. Siempre sospeché que los pitagóricos tenían prohibido comer habas porque son flatulentas, vaporosas como las almas, y, claro, como ellos creían en la reencarnación, no les parecía adecuado expeler almas por detrás.
En fin, los pedos son señal de salud y de vida. Como decían mis abuelos: culo con viento, médico hambriento.

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